Artesonado del techo de la azotea abovedada
Quería mostrar Alhamar con sus palabras que todo lo que pasaba (bueno o malo) era por designio divino. Y que, por ello, su victoria no era suya, era de Dios.
El escudo de Mohamed Ben Nasr, Alhamar,
con la leyenda وَ لاَ غـَـلِـبٌ إلاَ اللـَّه
("Sólo Allah es vencedor" )
y es el lema nasrí que se repite
en toda la decoracion de la Alhambra.
La Alhambra de Granada es un castillo medieval y era una ciudad palatina, en Granada, una ciudadela real dentro de la ciudad. Etimológicamente, el vocablo Alhambra en árabe es "al hamra" (الحمراء) “la roja”, procedente del nombre completo "Qal'at al-hamra" (Fortaleza Roja) y en su evolución histórica como palabra de origen arábigo clásico, el castellano intercalaría entre la M y la R una B, como en el vocablo alfombra, que en el árabe clásico tenía el significado de "rojez", escrito como "al-humrah".
Si el nombre de la Alhambra procede de lo que esta derivación lingüística de su etimología es sólo una versión, aunque el nombre de "roja" lo recogiera ya Ibn al-Jatib en la Ihata fi ajbar Garnata, obra que recoge la historia de Granada y que incluyó todos los sabios granadinos, al describir que su origen le vendría cuando se construyó el tapial y las torres y se trabajaba de noche, y vista por la noche, desde lejos, debido a la luz de las antorchas, se veía roja. Otros autores antiguos defendían que "Alhambra" es simplemente el nombre en femenino de su fundador, Alhamar.
En realidad, toda la fortaleza palatina de la Alhambra, en época andalusí, estaba encalada. Si se observa la Alhambra por su exterior, aun conserva indicios de la antigua pintura blanca en los muros más protegidos de la alcazaba y de los palacios nazaríes.
Los usos conferidos a los colores en todo el recinto, tanto en los muros externos como en las fachadas, en los artesonados de los techos y en las decoraciones internas, no respondían tan sólo a una única intención decorativa, sino que estos respondían a unos significados simbólicos, entre cósmicos y religiosos, donde el blanco era el color de los palacios, sólo hoy en blanco el Generalife, porque era transmisión del poder, porque su visibilidad y su luz era una representación de la divinidad. El color era blanco, el color del Islám, símbolo del poder y señal de buen augurio.
Los colores adquieren usos diversos en función del recinto que se visita, teniendo en cuenta la incidencia de la luz del Sol en los objetos y materiales constructivos, en donde una luz de amanecer o de atardecer obtiene tonalidades desde muy claras y diáfanas hasta matices completamente saturados, que tienen una pátina entre blanca rosácea en la mañana y una luz de tonos rojos en el atardecer.
La Alhambra y su uso de los colores tienen un simbolismo evidente y determinativo. De una parte, estos colores transformarán de una forma alquímica los materiales de construcción utilizados.
construido al Este del Palacio o Cuarto de Comares.
La voz árabe a-zala'iyi, ya citada en 1240-1241 por Ibn Said, se convertirá en azulejo y cubrirá los suelos alternando piezas de barro con otras vidriadas, a la vez que en los zócalos se darán ejemplos antiguos como los blancos y verdosos del Cuarto Real de Santo Domingo de Granada o los azul pálido y oro de la Torre del Peinador de la Reina, para originar en el siglo XV una tipología de azulejos en loza dorada de gran formato, como el caso del azulejo Fortuny (1408-1417). También aparecerán azulejos en los suelos de la Torre del Peinador de la Reina, en Dos Hermanas y en salón de Comares.
Los azulejos coloreados consiguen cristalizar la luz y las sebkas, las inscripciones las celosías y decoraciones vegetales se convertirán en toda usa serie de tejidos visuales o de textiles arquitectónicos, consiguiendo el color transformar un material de baja estopa en un elemento decorativo más sofisticado, con luz y magnetismo propios.
Los mocárabes coloreados proyectan luz con muy diversos matices y es así como se produce un proceso alegórico que convierte toda materia en luminosa.
Un estudio distinto sería el uso del color y su significación religiosa. La clave principal de esta interpretación mística se encuentra en que el color hace visible la luz y en El Corán se indica que “Allah es la Luz del Cielo y de la Tierra y los colores que reflejan la Luz participan de la divinidad”. Es así como ese proceso alegórico del color que convertía la materia en luminosa indica que el Color es la Unidad de todo lo creado.
Es el color en sí una nueva vía de aproximación a lo divino, ya que la luz no la podemos ver directamente y sólo la reconocemos a través de la fluorescencia que le brinda el color y es por ello que las paredes de la Alhambra estaban recubiertas de una luminosa amalgama cromática, cargada de significados ocultos, unas veces enigmáticos y otras veces esotéricos.
Existen en los palacios nazaríes toda una serie de espacios en donde el color proyecta adquiere estos significados, pero el lugar donde se manifiestan con más intensidad es en el techo de la torre de Comares, que contiene una representación del universo coránico: los siete cielos coránicos.
Así ya en la sura 67 del Corán (El Dominio, también llamada El Señorío) se hace figuración de la creación divina:
(67,3) – "Aquél que ha creado siete cielos superpuestos,
no ves en la creación del Clemente imperfección
¡Vuelve la vista!
¿Has visto alguna falla?”
(67,4) – Luego vuelve la vista a ella un par de veces:
la vista volverá a ti cansada, fatigada,
(67,5) – "Hemos adornado el cielo del mundo con candilejas
que hemos colocado como piedras para lapidar a los demonios”
El Corán – Traducción del Dr. Juan Vernet
El Salón de Embajadores nos contesta en una de sus inscripciones:
El Salón de Comares es el auténtico salón del trono en el que el rey aparecía en toda su magnificencia, tal como se lee en el mismo:
con galas de esplendor y arte perfecto.
Hizo de mí la sede de su reino, y así, ella, (la sala)
ha reforzado su rango con la luz verdadera,
con la sede y el trono."
En el espacio global de los palacios y jardines de la Alhambra se percibe el diálogo entre los patios, las estancias, los jardines, el entorno y el cielo, y del conjunto con el orden del cosmos. El orden de la construcción humana como reflejo del orden universal, como imagen del paraíso.
Una valoración simbólica en términos religiosos fue dada hace algunos años por el padre Darío Cabanelas (catedrático de la universidad de Granada y sacerdote fransciscano) en la geometría del techo de Comares de la Alhambra de Granada, al haber tenido la fortuna de haber localizado la tabla sobre la que se dibujó y planificó todo el complejo sistema geométrico de esta cubierta de madera, techo de la sala del trono y que en su versión viene a reproducir la imagen del Paraíso islámico con transposición de algunas formas geométricas a imágenes figuradas que corresponden a los ríos o árboles del Edén.
Una de las más interesantes aportaciones simbólicas fue que:
El techo de Comares representa el Universo con los siete cielos descritos en El Corán, que se corresponden con la ascensión al Paraíso islámico descrita en El Corán.
Color Azul: representa al día, a la plenitud del cielo.
Color Blanco: la luz absoluta representa el poder y es el color del Islam.
Color Amarillo: el color del creyente.
Color Verde: representa la paz.
Hoy, ya quedan lejanas en el tiempo las últimas restauraciones acometidas en el siglo pasado en donde se intentaba devolver a cada habitación y a cada elemento un color adecuado, pero el resultado fue un pastiche que Torres Balbás como arquitecto-conservador de la Alhambra entre 1923 y 1936 frenó estas intervenciones un tanto fantasiosas y a su labor y restauraciones debemos en gran medida la Alhambra y el Generalife que conocemos hoy en día y ya nadie es partidario de restituir los colores originales de la Alhambra, porque hay que conservar la impronta del tiempo, que ha sido un arquitecto que ha coloreado la Alhambra. El paso de los años ha enriquecido los tonos y colores de la Alhambra y le ha dado un nuevo significado estético de expresión pura.
Hoy, la antigua Alhambra blanca es, desde sus fachadas exteriores, como una gran construcción medieval de adobe o como un hojaldre que se descascarilla torre a torre.
Bruno Alcaraz Masáts