sábado, 10 de mayo de 2014


La Alhambra desde el Parador

Artículo de Manuel Mateo Pérez 
Actualizado el sábado,

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El Parador abrió sus puertas en 1954 y toma asiento en la Medina Alta.
No. No existe mayor honor que dormir en el interior de la Alhambra. Y esa experiencia es posible en el Parador, el más caro y solicitado de la red nacional estos días que además ofrece un delicioso Menú Nazarí.
¿Existe un mayor privilegio que dormir en el interior de la Alhambra? El Parador de Granada, uno de los más caros y solicitados por los viajeros más exigentes, abre sus puertas en el viejo convento de San Francisco, entre El Partal y las torres de las Infantas y la Cautiva, frente a los jardines del Generalife.

Desde sus ventanas se divisa uno de los paisajes patrimoniales más bellos del mundo. En su interior reina un silencio antiguo, de claustro viejo. Aquellas celdas son hoy confortables habitaciones que incitan al descanso antes de volver a caminar el conjunto monumental más bello y visitado de España.

El Parador de Granada es uno de los grandes y míticos hoteles del mundo. Abrió sus puertas en 1954 y toma asiento en la Medina Alta, entre lo que queda de los palacios de los Abencerrajes y Yusuf IIII. Su memoria encierra el recuerdo de cuando fue palacio de los Infantes, una obra promovida a finales del siglo XIII cuyo rastro patrimonial podemos aún hallarlo en la acequia que abre al claustro porticado o en las yeserías de la llamada Sala Árabe.

Histórico y moderno



Pero lo que más nos llama la atención del viejo palacio es la cúpula de mocárabes debajo de la cual fue enterrada la reina Isabel la Católica hasta la conclusión de las obras de la Capilla Real en 1521, donde recibió última sepultura al lado de los restos mortales de su esposo Fernando de Aragón.

Hace unos años al Parador le quitaron ese aroma de antigualla que desde hacía décadas había identificado a muchos establecimientos de la red nacional. Lo modernizaron al amparo de la modernidad que siempre exhaló la Alhambra, como lugar de referencia donde hallar siempre respuestas a las grandes preguntas que a diario suscita el patrimonio histórico.

Cambiaron las habitaciones, los salones comunes y ampliaron algunas zonas desaprovechadas. 

En uno de los salones los directores de entonces –Juan Gianello, José María Ronda y en especial Juan Carlos Sánchez Gálvez– adquirieron obras de Manuel Ángeles Ortiz y de Federico García Lorca que hoy cuelgan como tesoros del dibujo y la pintura granadina del pasado siglo. Cambiaron el restaurante y la cafetería.

Apacible y delicioso



Le dieron una entrada nueva por el pórtico del antiguo convento franciscano y su patio, salpicado de árboles de sombra, volvió a convertirse en ese espacio apacible donde saciar la sed, ofrecerse al descanso y admirar, salvada la Cuesta de los Chinos, los rectángulos blancos que hacia la izquierda emergen sobre las huertas del Generalife. No creo que existan muchos lugares en España con una panorámica tan deliciosa.

Desde algunas de las habitaciones del Parador la vista del Generalife es un regalo inesperado. Las ventanas enmarcan un pedazo de tierra y cielo, desde los jardines que Torres Balbás y Prieto Moreno diseñaron para enaltecer el 'jardín del arquitecto', hasta las formas cúbicas y pardas de la recuperada Silla del Moro, allá en lo alto, desde cuya cima Granada se nos ofrece como una de las ciudades más bellas del mundo.

Este inevitable síndrome de Stendhal podemos completarlo en el restaurante del Parador estos días que ofrece el llamado Menú Nazarí. Tomen nota. Merece la pena. 

Saciemos el hambre con unos entrantes de harira (sopa de legumbres y carnes) y briwat de ave (carne de ave envuelta en pasta fina), seguido de un lomo de shabil (lubina) con costra yamali sobre alboronía.

Luego un estofado de morcillo de vaca con manzanas y berenjenas al azafrán para terminar con un arrope de miel con zalabiyya y sorbete de arrayán con néctar de granadas. De esa forma, con el estómago recuperado, volver a la Alhambra, recorrerla una vez más, es como iniciar el viaje, un viaje que en Granada jamás termina.

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Bruno Alcaraz Masáts.