viernes, 29 de abril de 2005

El Cante Popular de La Tarara

Letra del cante flamenco, popular, recogida por
Don Antonio Mairena en la serranía de Málaga
y en el barrio del Sacromonte, diferente del cante
tradicional de “La Tarara”, recogido por el poeta
y dramaturgo Federico García Lorca en el barrio
de El Albayzín y en los cantes escuchados por él
en la Vega de Granada

"Al Padre Santo, que vive en Roma,
va la Tarara muy dolorida,
al ver la pareja alza la mano
y, con nobleza, la bendecía:
Gitanita, que toma, camina,
que vas por el mundo
buscando un querer
y que llevas llenito de espina
lo mismo que el alma
la planta de los pies."

"No llores, Tarara,
ni tengas tu pena,
que te vas al cielo
por santa y por buena...
la Virgen María
se encuentra con José
cantando las nanas
al niño Manuel,
con tanta aflicción,
mira que si lloras
también lloro yo."

"Ya la Tarara viene de Roma,
viene vestida de peregrina,
allá los montes y todas las chozas,
entre los lodos y las encinas,
y las fieras malignas del monte
la van a juzgar, pero...
al ver lo que ha hecho con ella,
las fieras malignas se echan a llorar.

“No llores, Tarara,
ni tengas tu pena,
que te vas al cielo
por santa y por buena...
la Virgen María
se encuentra con José
cantando las nanas
al niño Manuel,
con tanta aflicción,
mira que si lloras
también lloro yo”

jueves, 14 de abril de 2005

Canción a Franco de Víctor Manuel

El asturiano Víctor Manuel compuso ''un himno al Generalísimo Don Francisco Franco Bahamonde,
Caudillo de España por la Gracia de Dios''.


"Un gran hombre"

Fue la canción compuesta y grabada por Víctor Manuel en 1966, como aportación para el aniversario "España, 30 años de Paz" en un disco sobre personalidades históricas.

La letra y la música de Víctor Manuel,
canción grabada para Belter el 19/03/1966 por:

"El joven cantautor Víctor Manuel Sánchez Sanjosé
(nacido en Mieres del Camino, Asturias, 1947) ",
Un disco dedicado a grandes personajes de la Historia.

Hoy, esta canción ya no figura
en la web oficial del cantautor Víctor Manuel

Letra de la canción a Francisco Franco: ''Un gran hombre''

Hay un país
Que la guerra marcó sin piedad,
Ese país
Logro resurgir de cenizas,
Años costó
Su tributo a la guerra pagar,
Hoy consiguió
Que se admire y Respete su Paz.
No, no conocí
El azote de Aquella Invasión
Vivo feliz
En la tierra que Aquél Levantó,
Gracias le doy
Al gran hombre que supo alejar,
Esa Invasión
Que la senda venia a cambiar.
Otros vendrán
Que el camino no habrán de labrar,
Él lo Labró
A los otros les toca sembrar.

Otros vendrán
Que el camino más limpio hallarán,
Deben seguir
Por la senda que nos marcó aquel,
No han de ocultar
Hacia el hombre que trajo esta paz,
Su admiración,
Y por favor,
Pido, siga esta paz.

"Ir contra la S.G.A.E. se ha convertido en un pim, pam, pum"

Última declaración de Victor Manuel en Enero 2010

sábado, 2 de abril de 2005

El Romance de Ciego o “Las Coplas de Cordel”

El llamado "Romance de Ciego" era toda aquella composición en verso, que no respondía al modelo literario del romance, era siempre de autor anónimo y describía en verso hechos y sucesos, de amplia resonancia, localizados en una aldea, un pueblo, una villa o una ciudad, y que por su dramatismo, atrocidad o espanto, así como por su desenlace trágico, impresionaron a las gentes de su época.

“Coplas de Ciego” las llamaba el pueblo, y su peculiaridad principal estribaba en que era un ciegos quien las difundían a partir de su interpretación oral directa, así como la venta de pliegos con el texto impreso, dado que éste era su modo de subsistencia. Estos pliegos, que contenían dibujos xilografiados en la parte superior de la primera página, justo encima del título, recibieron el nombre de "pliegos de cordel", porque se exponían para su la venta colgados de un cordel y cogidos con un trozo de caña a modo de pinza que evitaba que se los llevara el viento.

La extensión de estos pliegos era variable, de una a cuatro páginas, sin encuadernación alguna, dado que era era un pliego doblado por enmedio.

Estos romances eran comprados para ser recitados y cantados en reuniones familiares, entre los amigos, en actos sociales... y son un antecedente de la existencia de los espectáculos colectivos de carácter festivo. Era una época en que la gente organizaba sus propias fiestas en círculos reducidos a nivel familiar o vecinal, cantando, bailando, contando cuentos y recitando romances, en verano en torno a una gran hoguera en la plaza y en invierno junto a la hoguera, haciendo sopas de maimoneso durante los descansos y las noches de las matanzas del cerdo.

El ciego, cuando llegaba a un lugar, solía relatar estas “coplas de ciego” en la entrada de los mercados o en las plazas mayores, generalmente entonada por un recitativo cantando y señalando en un gran tablero que incluía las figuras del romance representadas, y cuyas escenas iban señalando con un puntero de palo. En ocasiones, solían ir acompañados de violín, rabel o zanfona, ésta tal vez es la figura más común durante toda una época de la que hemos heredado esta literatura oral.

Estos relatos buscaban y pretendían provocar la risa de los oyentes o lectores, pero siempre intentaban, con una finalidad moralista, transmitir un mensaje que, adornado con elementos grotescos, calaba más hondo.

Se conservan numerosos pliegos de cordel, la mayoría impresos en el siglo XVIII, y todavía hoy suelen aparecer nuevas “coplas de ciego” al ordenar antiguos legajos de bibliotecas de la nobleza, monasterios o centros oficiales y los temas que aparecen en ellos son, en su conjunto, casi los mismos que podríamos hallar en las secciones de los diarios actuales: los hay de temática internacional, de una guerra fraticida o de un acontecimiento glorioso, información política y local, crónicas laborales y actos sociales, relatos de milagros religiosos,... pero las crónicas más amplias y mejor aceptadas eran las referentes a los hechos de sucesos y las cuestiones del corazón y romances. Gran abundancia de romances hacen referencia a crímenes sanguinarios, explicando con pelos y señales cómo fueron realizados y el desenlace fatal. Las páginas del corazón nos guían en la elección de esposa, nos ponen al corriente de los grandes amores, o previenen sobre las “virtudes, faltas e defectos de las muxeres", con un punto de vista machista por regla general, pero que era muy exagerado en épocas pasadas.

Un romance de ciego solía iniciarse mediante una llamada de atención al público:


"Hombres, mujeres y niños,
Mendigos y caballeros,
Paisanos y militares,
Carcamales y mancebos.
El que ya no peina canas
Porque se quedó sin pelo,
Y el que el tupé se compone
Con bandolina y ungüento..."

Cuando la narración era extensa, con el deseo de evitar que se le marchara el público, convertía a éste en la clientela, haciendo intermedios, en los que a veces aprovechaba para vender ungüentos, mejunjes, medicinas, cartas o el calendario zaragozano, en las zonas agrícolas, e iniciaban la continuación de la siguiente maneraa:

"Fin de la segunda parte,
Estas dos no pintan nada,
La tercera es la que vale..."


El final solía ser una invitación directa a la compra del pliego, si les había gustado el recitado:

"Y aquí se acaba el romance
Que en el pliego escrito está,
Sólo dos céntimos cuestan
A quien lo quiera llevar".


Julio Caro Baroja, en su libro Los Romances de Ciego, recoge una “copla de cordel”, cuyo título es El Libro de los Casados, es la nº 28, y en ella se narra una escuela de casados que estaba ubicada en el fuerte de la Alhambra.


El Libro De Los Casados

- Escuela de la Paciencia -

Gracias a Dios que llegué - a dar fin a mi jornada,
¡Qué estropeado vengo! - ¡qué molido, y qué sin ganas
Ni aun siquiera de mirarme! - pero a Dios le doy las gracias
De verme ya regresado - y descansado en mi casa.
Ustedes no habrán sabido - como un Domingo de Pascua
Salí con sola intención - de introducirme en Granada,
Porque me dieron noticias - que en el fuerte de la Alhambra
Había un establecimiento, - donde con grande eficacia
Instruyen a todo hombre - en la debida observancia
Que ha de guardar justamente - desde el día que se casa,
Y allí las medicinas - que conviene a cada llaga.
¡Que escuela, señor, que escuela, - que escuela tan bien montada!
Pues señor aunque cansado - de tanta dura caminata,
Voy a contarles a ustedes - sin faltar una palabra,
Todo cuanto he aprendido - en esta escuela tan santa.
Llegué al edificio dicho, - pregunté y subí a la sala,
Donde había concurrencias - de mozos de toda España,
Sentados en ambos lados - en unos bancos o bancas
Que llaman de la paciencia - y que todos juntos miraban,
Y con ellos el maestro, - a un esquilón o campana
Que llaman el provenir, - y en seguida se agarraban
A estudiar en unos libros - que llaman de la cachaza:
Yo estuve tras un cancel - que había en aquella entrada,
Observando atentamente - para no caer en falta
Cuando un discípulo fuese - de estas escuelas sagradas;
El maestro estaba al frente - sentado en silla de plata,
Con un gorro blanco y negro - y unas dilatadas gafas,
Que tenía en cada una - de diámetro una cuarta:
Toqué a la puerta y responden, - pido permiso y me mandan
Que pase sin detenerme, - lo que hice sin tardanza:
Me llego al señor maestro - y le expuse mi embajada;
Me manda al punto sentar - en unas de aquellas bancas
Que tenía junto a si, - y me dice estas palabras:
¿Con que usted viene sin duda - a estudiar en estas aulas?
Se, señor, le respondí, - con mi cabeza agachada:
Yo pienso casarme pronto - y quiero si usted le agrada,
Tomar algunas lecciones - de su discreta enseñanza,
Por ver si puedo triunfar - del estado que me aguarda.
El respetable señor - de su asiento se levanta,
Y de un grande escaparate, - un libro pequeño saca,
Y entregándomelo, dice: - esta es primera enseñanza,
Aquí deberá estudiar - por noche, tarde y mañana,
Hasta aprender de memoria - sin equivocarse en nada
Cuanto encierre ese volumen; - y las lecciones marcadas,
Que son de setenta líneas; - después de bien repasadas,
Las dará usted dos al día; - y luego que sea pasada
Esta obrita, tomará - otra de otras circunstancias.
Quedé alegre con mi librito, - y luego que fue llegada
La hora de marchar todos - marcho para mi posada
Deseando principiar - la lectura consignada:
Últimamente, señores, - me siento al pie de mi cama
A estudiar en la lección: - tanto en ella me cebaba,
Que leí en poco tiempo - este libro que constaba
De cinco capítulos solos, - los que en muy pocas palabras
Referiré, porque sepan - a lo que el estudio alcanza.

CAPÍTULO PRIMERO

El hombre que por desgracia - casa con mujer que tenga
Los cascos de calabaza, - debe aconsejarla bien,
Pero si aquesto no basta, - debe celar su conducta
Sin que olvide la vara, - y esta que sea de mimbre,
Y mejor si es bien delgada; - póngala en chupa de pelo
Y déla sólo en las nalgas, - de suerte que aunque de cuenta
Que su marido la mata, - no pueda enseñar heridas:
Y si por adelantada - se arroja a enseñar el culo,
Está la respuesta dada: - cuando ante la autoridad
Ha sido desvergonzada, - hagamos cargos a solas
Que tal andará la tana: - y de esta suerte se queda
Con afrenta y castigada, - y si por sucumbir
Se divorcia, santas pascuas, - queda el hombre descansando
Como perro que le capan.

CAPÍTULO SEGUNDO

Si la mujer es bonita - y sumamente agraciada,
Debe olvidar los amigos, - y las tertulias en casa,
Salir poco y esto de noche, - con un hombre en su compaña;
No debe ir con su madre, - porque como ya se halla
Cubierta con su marido - le dará muy poco o nada
Que su hija tenga cortejos, - y más si por esta causa
Sobrevienen a su bolsa - las pesetas mejicanas,
Y si por desgracia llega - a caer en dicha trampa,
Si ha de hacer vida con ella, - debe con mucha soflama
Disponer de una bebida, - cuya receta se halla
En este libro que dije, - la que os diré sin tardanza;
Un vaso de cuartillo - se echa una onza de templanza,
Media de resignación - y dos o tres cucharadas
Del agua de vista gorda - y de paciencia una taza,
Seis cuartos de disimulo, - y después de meneada,
Se toma con dos deditos, - porque con los cinco amarga,
Y de esta suerte se vive - y engorda mucho la panza,
Se hace una silla poltrona - con tranquilidad clavada,
Se pone cerca del fuego, - se come, bebe y se calla.

CAPÍTULO TERCERO

Os diré de lo que habla: - si la mujer fuera rica
Y gasta mucha arrogancia, - se sufre con la paciencia
Que en la receta hay mandada, - y si el hombre fuese pobre,
Debe tenerla en las palmas; - en tiempo de mucho frío
Decirla por las mañanas, - no te levantes, mujer,
Que se hielan las palabras: - yo llamaré a una mujer
Que te friegue y que te barra, - que te haga chocolate;
Y lo tomas en la cama, - ¿no será un gran disparate
Si ahora mismo te levantas - coges una pulmonía,
Y morir en dos palabras? - ¡qué sería entonces de mí!
¡Ay, Dios mío que desgracia! - se me figura verdad,
Vaya que no levantas; - y con esta y otras cosas
Estarle haciendo la gacha, - este el modo más eficaz
Para caer en su gracia, - y pasarse en este mundo
Una vida regalada - y si a más de rica es vieja,
Con más motivo adularla, - que con un viejo esquilón
Se hace una nueva campana, - se disfruta en vida y muerte
Y después que esta se vaya, - queda para hacer feliz
A una bonita muchacha: - cuanto el capítulo dice
Me parece que no es chanza. - Pues señor… vamos al cuarto
Y no al cuarto de la casa.

CAPÍTULO CUARTO

Este a todo hombre manda - que si viudo llega a ser
Y una edad avanzada, - de media edad adelante,
Y precisado se halla - a casarse de segundas,
No se case con muchacha - porque le serán estrechas
Las puertas y las ventanas, - ahora, si es hombre de humor,
A la receta se agarra, - y que digan o no digan,
Nunca hacer caso de nada; - hacerle una fiesterita
Una vez en la semana, - y amarrarla a una soga,
Y esta que sea bien larga - y dejarla que de vueltas
Tantas como una campana, - se consigue una vejez
Más suave que unas natas.

CAPÍTULO QUINTO

El quinto y último dice - las verdades asentadas;
Para verse el hombre libre - de estas cargas tan pesadas,
Es no casarse en la vida - opinión muy acertada:
Se ahorra que la mujer - le acuchille la garganta,
Ni que el chiquillo le llore, - ni que le cague en la cama,
Ni el cuidado le desvele, - ni le pidan lo que gana,
Ni le echen contribución, - mi aguanten estas cabronadas,
Ni castigue a la mujer, - ni ella se incomode en nada,
Ni le haga comer velillas, - ni tenga una mala cara:
La que quiera tomar leche, - puede comprar una cabra,
Y si no, que se haga rosca - y se muerda las cascarrias.
Este capítulo, amigos, - es el que a mi más me agrada,
Porque bien reflexionado, - tenemos por cosa clara
Que aquel que anda, tropieza; - pues si tropieza que caiga,
Que yo no meneo un pie - porque no me da la gana.
Cuando el calor apriete, - unos refrescos de horchata;
El hombre que se ve libre, - el jornal que gana gasta
En vestir bien y comer - y requebrar a las damas;
Y si se ofrece un remiendo, - a lavarse las zurrapas,
O limpiarse los faldones, - ¿quién teme, mientras que halla
Mujeres de otro, y dinero - que es el que todo lo allana?
Y si fuere militar, - porque la edad acompaña,
Sufre el tiempo de su empeño, - haciendo lo que le mandan;
Más vale servir diez años - en rigurosa campaña,
Y exponerse a malos ratos, - a las bombas y a las balas,
Servir desde el general - hasta el cabo de escuadra,
Que sufrir a una mujer - bachillera y desollada.
Aprended todos el libro - que he traído de Granada;
Si no queréis aprenderle - y caéis en la desgracia
De que una tuna os agarre, - pasaréis la vida amarga,
Llegaréis a coronel - sin haber sentado plaza:
Con que haced lo que os agrade - que yo me marcho a mi casa,
Perdóneme si quieren, - y si no, no me da la gana.

Bruno Alcaraz Masáts

Ponencia leída en el III Foro de Cultura Popular de Andalucía

Cadiz, 2 - 7 de Noviembre de 1982


viernes, 1 de abril de 2005

3 Artículos Publicados en el
Primer Libro de Historia de Andalucía

- Córdoba, 1980 -
- I -
ARISTÓTELES
(-384 a.C/
322 a.C)

Al comienzo de su Metafísica, Aristóteles habla del asombro como origen de la filosofía. En las costas de Asia Menor, frente a la peninsula griega, se comenzó a plantear una actividad que, con el tiempo se llamaría "Filosofía".

Tres ciudades - Mileto, Éfeso y Halicarnaso - siguiendo el consejo de uno de sus ciudadanos que se dice se enriqueció con una cosecha de aceitunas, llamado Tales de Mileto, se unen en federación para poder resistir la amenaza del imperio vecino.

Los cambios en las estructuras sociales y en la mentalidad que estos ciudadanos experimentaron y el auge comercial de sus puertos, adonde arribaron barcos con relatos de otros mundos y con objetos de otras culturas del Mediterráneo, creó un nuevo ambiente cultural en el que emergieron las personas que expresaron, con sus textos, el cambio producido en la sociedad. Las personas que iniciaron ese cambio, conocidos bajo la denominación de "Presocráticos" son Tales (-640/-545), Anaximandro (-610/-657), Anaxímenes (-588/-544) y Heráclito (-535/-475).

Aristóteles se refiere a ellos como "los primeros que filosofaron" hasta la llegada de Sócrates, el primer gran mito filosófico, el primer gran silencio, llamado el gran martir del pensamiento por los intérpretes oficiales de las grandes falsificaciones, dado que Sócrates nunca escribió nada, no legó ningun texto.

Plutarco decía de Sócrates:

"Sócrates filosofaba sin poner bancos, ni sentarse en un sillón, ni fijar un horario de trabajo o de paseo a sus discípulos, sino incluso bromeando con ellos y saliendo a campaña con algunos y haciendo con ellos sus compras en el mercado, y por último, aun preso y al beber el veneno: siendo el primero que demostró que la vida admite filosofía a cualquier hora y lugar, en cualquier estado de ánimo y sencillamente en cualquier coyuntura..."

Así, "los primeros que filosofaron" fueron los ideólogos de una sociedad a la que lideraban y orientaban con sus pensamientos, con sus textos enseñaron a vadear rios, a orientarse en el mar sin tener que recurrir a un oráculo o al llamado sacrificio de los dioses, y a medir el tiempo.

La filosofía empezó siendo algo activo que pretendía organizar el mundo que habitaban, influyendo sus pensamientos en la convivencia de la sociedad. Al estar la filosofía unida en su inicio a la historia y sometida a los hombres y a los planteamientos de cada época, tiene la temporalidad como primacía.

De esa temporalidad nos quedan los textos donde se recogen las relaciones y significados en los que se basaba la filosofía. Estos tratados de filosofía colaboran a formular cuestiones permanentes que no encuentran nunca una respuesta definitiva y su marco de definición son:


1 - Estímulos reales
2 - Estímulos sociales
3 - Estímulos históricos
4 - Estímulos culturales

Así, el human, según estos estímulos, puede ser ciudadano de dos mundos: el mundo real y el mundo mental. El otro modelo que determina un cierto tipo de organización es la pirámide social denominada "Estado", donde la individualidad se teje en unas clases marcadas por un nuevo elemento esencial de todo este modelo y el la "Economía".

La filosofía entre los humanes tiene que servir para determinar el lugar que corresponde al individuo en el entramado social.

El humán primitivo inició la orientación de su vida dotándose de un conjunto de mitos y es frente al mito, aceptado por tradición, cuando surge la filosofía en la antigua Grecia. El filósofo pretende establecer un nuevo saber crítico y racional acerca del Universo.

Durante casi 2.000 años se mantendría esa pretensión del filósofo, que terminaría fructificando en la ciencia moderna. La tradición de la primera filosofía helénica condujo a la ciencia y la tradición estoica e hindú condujeron al hecho de que la preocupación por el sentido de la vida fuese aceptar lo inevitable y en este sentido se toma la acepción "tomarse las cosas con filosofía".

Los teólogos medievales expresaron la voluntad divina mediante una serie de normas que conformarían el denominado Derecho Divino, que sería la base de numerosas legislaciones humanas. Con la secularización del Renacimiento dicha concepción teológica se hizo debil e insostenible. Fue entonces cuando la "Naturaleza" pasó a ocupar el lugar de Dios. El iusnaturalismo se manifestaría en una serie de normas absolutas que constituiría el Derecho Natural.

En la Edad Media, la filosofía fue servidora de la religión. En Asia los filósofos eran los sacerdotes y los profetas de las religiones antiguas. De forma parecida, en la primera mitad del siglo XX hay pensadores que consideran a la filosofía como esclava de la ciencia.

La antigua religión de la India procede de un pasado prehistórico, se llama Hinduismo o Brahmanismo y aunque no fuesen filósofos en el más puro sentido de la palabra, si al menos representan el mayor número de filósofos o pensadores de influencia universal, a ellos se deben las cifras y el concepto matemático del cero. Sus libros sagrados, los Vedas, enseñan como doctrina la unidad del todo, manifestada especialmente en las leyes del espíritu.

- II -

LA FILOSOFÍA EN AL-ÁNDALUS

"Con ello se cerró en Córdoba
la puerta de la inteligencia,
porque los viles esclavos que
le sucedieron borraron todo
vestigio de la misma, y los
hombres de mérito, desesperados
de ello, se dispersaron por
todas partes, sin que quedase
en la capital ninguno importante"

-
Ibn Bassam -


El caudillo Almanzor había ordenado expurgar la biblioteca que reunió en Córdoba el califa al-Hakam II. La muerte de este califa representa el inicio del fin de un periodo de esplendor de la cultura andalusí.

Es con Almanzor cuando los sabios abandonan la ciudad, tras la guerra civil que da fin al Califato en 1.031 y que supone iniciar otro planteamiento de la cultura y de la filosofía de al-Ándalus.

Del periodo denominado como "florecimiento cultural" que se produjo en la época de los califatos de 'Abd-el-Ramhán III y de al-Hakam II se posee una amplia información que nos proporciona el historiador de la ciencia Sa'id al-Andalusí, almeriense del siglo XI, que habla de Ismail ben Badr, también llamado "El seguidor de Euclides", y que realizara un compendio de los ocho libros que la tradición árabe conoce como el "Organón" de Aristóteles, aunque la aparición de un pensamiento estrictamente filosófico se da a finales del siglo XI y comienzos del XII, cuando los filósofos árabes orientales de Bagdad y Damasco son invitados a permanecer en al-Ándalus.

Aunque se considera al teólogo cordobés Ibn Masarra (siglos IX-X), pensador del grupo de los "mu´tazili", un grupo de pensadores no homogéneos que apareció en Basra en el siglo VIII, denominados "los que se ponen aparte", cuyo objetivo era ampliar las fuentes del conocimiento religioso en defensa de los ataques que se hacían a la religión, como el primer filósofo andalusí, ya que se le atribuye la elaboración de un pensamiento basado en la mezcla de doctrinas teológicas y elementos neoplatónicos.

Con Ismail Ben Badr se inicia el conocimiento de Aristóteles y de sus doctrinas lógicas en al-Ándalus. Así, Sa'id Ben Fathun sería autor de una obra de introducción a la filosofía. Junto a ellos, surgen una serie de filósofos receptivos a la filosofía griega y árabe oriental.

Maslama ben Ahmad, matemático y astrónomo madrileño, introdujo a comienzos del siglo XI las "Epístolas de los Hermanos de la Pureza", una verdadera enciclopedia de 52 epístolas divididas en cuatro secciones: Lógica y Matemáticas, Ciencias físicas, Metafísica y Astrología y Mística, que abarcan desde las matemáticas a la filosofía, pasando por ciencias como música, mineralogía, botánica y alquímia. Su discípulo, el nonagenario al-Kirmani, fue un hombre de gran aceptación por su interés por el estudio y difusión de las ciencias especulativas.

En este siglo XI, en la primera mitad, surge la figura del cordobés Ibn Hazm, aunque más teólogo que filósofo, sería un gran polígrafo. Su obra ocupa lugar de preminencia en la historia de la filosofía árabe por el grado de desarrollo que alcanzó el pensamiento andalusí.

La aparición de las Taifas convierte a las principales ciudades andalusíes en centros intelectuales que continúan recibiendo a los filósofos árabes orientales y que acceden a la filosofía helénica bien por hacer sus propias traducciones o por recibir las obras de Avicena y sus primeras interpretaciones de Aristóteles.

Toledo, Zaragoza y Tarazona son el punto de referencia de la nueva cultura que emerge en al-Ándalus, hasta que Córdoba recupera su primacía como foco de irradiación con Maimonides y Averroes.

Se sabe que en 1.065 el judio zaragozano Abu l-Fadl Hasday estudió la Física de Aristóteles y en Tarazona se comenzó en la misma época a estudiar y analizar en su Escuela de Traductores el tratado "Sobre el cielo" de Aristóteles, lo cual indica que ya estaban las copias de los textos originales de la filosofía helénica en poder de algunos pensadores y traductores de al-Ándalus, así como que Ibn al-Sid de Badajoz intervino en 1120 en una polémica sobre la necesidad de armonizar filosofía y religión con teólogos católicos y hebreos en la ciudad de Toledo.

La obra de Abu Salt de Denia, que escribió "Rectificación de la mente", un compedio de lógica y de su desarrollo, da inicio, a comienzos del siglo XII, a la gestación de la filosofía andalusí con el nacimiento de los tres grandes filósofos de al-Ándalus:

- Avempace, de Zaragoza, que murío en 1138 en Fez, al parecer envenenado.

- Ibn Tufayl o Abentofail, de Guadix (Granada), que murió en 1185 en la Corte de Marrakech, siendo enterrado con honores oficiales.

- Averroes, de Córdoba, que murío el 10 de Diciembre de 1198 en la Corte de Marrakech, siendo enterrado en las afueras de la ciudad y, posteriormente, su cadáver sería trasladado a Córdoba.

- III -
Abd al-Rahman III ' al-Nasir

(?, 891-Córdoba, 961)


Emir (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961).

Adoptó el sobrenombre de al-Nasir (El Conquistador)


Nieto de Abd Allah, emir de Córdoba y miembro de la dinastía omeya, que antaño había regido el califato de Damasco (661-750), fue designado por su abuelo heredero al trono en razón de su inteligencia, perspicacia y tenacidad.

A la muerte de aquél, en el 912, Abd al-Rahman III, con veintiún años, asumió el gobierno de un emirato cordobés prácticamente desmembrado por numerosos conflictos internos y amenazado por los cada vez más poderosos reinos cristianos peninsulares.

A fin de pacificar el territorio y consolidar su poder, derrotó a los Banu Hyyay, sometió el principado de Sevilla a la obediencia cordobesa (917) y acabó con la rebelión de Umar ibn Hafsun y sus hijos, que habían controlado, durante treinta años, la serranía de Ronda desde su guarida de Bobastro (928).

Estas victorias dieron un gran prestigio a Abd al-Rahman III, quien, en el 929, a semejanza de sus antepasados, los Omeyas de Damasco, se proclamó califa, título que aunaba la autoridad política y la religiosa, y adoptó el sobrenombre de al-Nasir (el Conquistador).

A continuación, recuperó el control sobre el territorio de Badajoz, gobernado por Ibn Marwan (930), y aplastó la endémica rebelión de la ciudad de Toledo, tras un asedio de dos años que privó de alimentos a los toledanos y les obligó a rendirse (julio de 932).

Además, convirtió el califato de Córdoba en una potencia marítima, gracias a la creación de una importante flota con centro en Almería, que le permitió conquistar las ciudades marítimas de Melilla (927), Ceuta (931) y Tánger (951), así como establecer una especie de protectorado sobre el norte y el centro del Magreb, aunque la expansión del califato fatimí de Egipto, en el norte de África, redujo considerablemente la influencia omeya en esta región (958-959).

En cuanto a las relaciones con los reinos cristianos del norte, Abd al-Rahman III no tuvo problemas para mantener a lo largo de su dilatada vida la hegemonía cordobesa sobre la península Ibérica, a pesar de la derrota que Ramiro II de León infligió a las tropas califales cordobesas en Simancas (939), debida esencialmente a la deserción de la nobleza árabe.

En el 920, el soberano andalusí venció al rey Sancho Garcés I de Navarra en Valdejunqueras, y cuatro años después saqueó Pamplona; en el 950 recibió en Córdoba a una embajada enviada por Borrell II de Barcelona, por la que el conde catalán reconocía la superioridad califal y le pedía paz y amistad.

Entre los años 951 y 961, no dudó en intervenir en las diferentes querellas dinásticas que debilitaron la monarquía leonesa durante los reinados de Ordoño III, Sancho I y Ordoño IV, dando su apoyo a una u otra de las partes en litigio según la coyuntura política de cada momento.

En el transcurso de su califato, Abd al-Rahman III no sólo convirtió Córdoba en el centro neurálgico de un nuevo imperio musulmán en Occidente, sino que hizo de ella la principal ciudad de Europa, rivalizando a lo largo de más de un siglo (929-1031) con Bagdad, la capital del califato abasí, en poder, prestigio, esplendor y cultura.

El califa omeya embelleció Córdoba, empedró e iluminó las calles, dotó la ciudad de numerosos baños públicos y de cerca de setenta bibliotecas para disfrute de una población cercana, según unos autores, a 250.000 habitantes y no superior a las 100.000 habitantes, según otros autores; fundó una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe, hizo erigir la Gran Mezquita y, en las afueras de la urbe, en Sierra Morena, ordenó construir el extraordinario palacio de Medina al-Zahra, del que hizo su residencia real, como centro político separado de la ciudad de Córdoba, hasta su muerte.

Bruno Alcaraz Masáts
Artículos y biografía publicados
en el primer libro de Historia de Andalucía
(Texto escolar para II Ciclo de Primaria)
editado por una Comunidad Autonómica
Viva Andalucia Viva - Córdoba - 1980
I Congreso de Historia de Andalucía