domingo, 4 de enero de 2009

Falsificación de moneda cristiana
en el Reino de Granada en 1331

Propuesta de la Granada andalusí del siglo XIV


Pequeña síntesis biográfica del escritor Carlos de Arce

El escritor y reportero literario gallego Carlos de Arce Robledo (1932-2006), publicó numerosas obras y novelas, entre las que hay que reseñar ‘La ciudad desierta’ (1958), ‘Los desgajados' (1961)’, ‘Una paloma en la tormenta’ (1964) y ‘Donde el amor cambia de nombre’ (1969), siendo finalista de los premios Nadal, Ciudad de Barcelona y Planeta.

Escribió literatura infantil, publicando sus libros ‘La naranja’ (1954) que, en dos volúmenes de tono periodístico, resultan hoy imprescindibles en la reconstrucción de la historia del género en uno de sus momentos más brillantes del pasado siglo y ‘La nieta del duque’ (1958).

Por su novela ‘El suburbio de don Tomás’, obtuvo el Premio Miguel de Unamuno 1955.

Su faceta de periodismo literario, puede apreciarse en su trabajo en el reportaje ‘Por Europa en autostop’ (1968).

Con el seudónimo de Paul Reader, escribió ‘Exploraciones famosas’ (1962), ‘Lacras sociales’ (1967), ‘Biografía de las pasiones’ (1967), ‘Cárceles famosas’ (1973) y 'Biografía de las perversiones' (1973)

Participaría en la fundación de la editorial Seuba, a mediados de los ochenta, donde publicaría su reportaje sobre ‘El crimen de Níjar’ (1998), dedicado a los orígenes de la obra de Federico García Lorca ‘Bodas de sangre’.

Escribió libros tan dispares como ‘El insaciable Eros’ (1971), por el que fue procesado, ‘José Antonio. Biografía’ (1983), ‘Historia de la Legión española’ (1984), ‘Los generales de Franco’ (1984) o ‘¿Quién es quién en la nobleza española?’ (1985), así como una antología dedicada a ‘Cuentistas contemporáneos’ (1958), en la que -entre otros autores de menos interés- incluyó a Cela, Aldecoa, Delibes, Matute, Ferrer-Vidal, Lauro Olmo y Daniel Sueiro.

El texto 'Falsificación de moneda cristiana’ que se recoge en este artículo, fue publicado en su volumen ‘Tribunal de la muerte’ (1ª edicion en Editorial Bruguera, Septiembre 1963), una recopilación de casos que han hecho historia en la criminología española y con el que abría este libro:

1 - Falsificación de moneda cristiana

Fechado en Valencia, y del año 1331, existe uno de los principales documentos que, por curiosidad, muestran el delito en España. Se trata de una comunicación dando cuenta a un juez de la falsificación de moneda cristiana en el Reino de Granada.
En los reinos cristianos medievales se falsificaron con cierta frecuencia monedas de otros Estados. Unas veces el móvil fue limitado a una medida de guerra. Y en otras ocasiones, a una simple cuestión de comercio con los países islámicos.
El primer procedimiento fue muy utilizado por Pedro IV de Aragón, quien se dedicó a falsificar moneda gala y castellana a semejanza de cómo en esta Segunda Guerra Mundial los alemanes falsificaron libras esterlinas inglesas. Se procedió a la falsificación como una aplicación de combate.
Este medio de lucha, moral o inmoral, según sea quien quiera apreciarse, no es peor que la misma batalla. Tales falsificaciones, además del mero afán de combate, servían para destrozar la economía monetaria del enemigo.
Respecto a la segunda forma de falsificación, se aproxima mucho a la versión moderna de la necesidad de divisas. Para comerciar con los mercaderes árabes, los cristianos se veían en la obligación de pagar con la única moneda que ellos admitían: la arábiga. Y a veces, si carecían de ella, la falsificaban.
Alfonso IV, en dicho documento, asegura que un valenciano llamado Bernardo de Pals, llevó a Valencia moneda falsa que había sido emitida en el reino granadino.
Respecto a la acuñación fraudulenta de esta moneda cristiana, el documento no indica si se contaba con el consentimiento del soberano musulmán, pero si se especifica que fue realizada en Granada, Almería y otros lugares del Reino, lo cual supone tanto una demostración de que el muslím estaba en el secreto del asunto.
De Bernardo de Pals se sabe muy poco. Bien pudo ser un agente del monarca moro. Quizá un hombre que se refugió en tierras de Granada para conseguir más libertad de movimientos en su productivo negocio. O bien, un artesano experto en la materia llamado por los musulmanes para que acuñara moneda imitando la cristiana. De un modo o de otro, cualquiera que fuera el medio empleado, los fines conseguidos durante cierto tiempo fueron satisfactorios para los sarracenos.
Hay en todo esto una cosa cierta: es seguro que Bernardo de Pals no estuvo solo; no podía ser el único cristiano entregado a tal tarea, dado que se precisaba conocimientos y relaciones para introducir la moneda en tierras de los de su raza.
Respecto a este punto ha podido comprobarse que la moneda de más fácil introducción era la valenciana. Correspondía a la moneda del territorio aragonés más próximo al Reino de Granada. Y esta peculiaridad hace suponer – no se menciona en el documento – que Pals, valenciano como se ha dicho, falsificara e introdujera dicha moneda y no con fines comerciales.
Enterado del hecho en cuestión el rey Alfonso IV – y de aquí nace la noticia – se apresuró a tomar las medidas necesarias para reprimir esta infracción.
Empezó por comisionar un juez especial, que en el documento califica de jurisperito, y le dio cuenta de la gravedad del hecho y de la imperiosa necesidad de salvaguardar el prestigio de la moneda cristiana. Tal es el interés real (y más que notificación parece sentencia), que la pena que se solicita para el culpable es ejemplar, por haber atentado a las atribuciones reales de acuñación de moneda legal.

Bruno Alcaraz Masáts