martes, 7 de octubre de 2008

Las fiestas de Toros en la Alhambra

En el catálogo del Archivo Histórico de la Alhambra, realizado por María Angustias Moreno Olmedo, sólo hay dos documentos fechados en el siglo XVI que hacen referencia a temas taurinos.

En el primero, la referencia más antigua a la celebración de fiestas con toros en el monumento, data del año 1563 y está relacionada con una causa judicial incoada contra varios carpinteros “por hacer en falso un andamio para la fiesta de toros, de la que habían resultado lastimadas varias personas”.

Aunque estos datos no son muy explícitivos, ya que el documento original desapareció antes de realizar la actual catalogación, para la cual se utilizó un registro anterior que debió estar colocado junto al original.

El otro documento habla de una queja que realizó el contador-veedor don José Antonio Núñez de Prado el 12 de Julio de 1804, que a fines del año 1802 había sido expulsado por don Lorenzo Velasco -uno de los oficiales de la fortaleza- del lugar que tenía reservado para él y su familia en la plaza de toros de la Alhambra junto al de la gobernadora.

Expuso en su escrito dicho contador-veedor que “desde 1591 y mucho tiempo antes” y hasta fines de 1802 su familia y él ejercían sus oficios sin impedimentos y gozando sus privilegios, entre ellos tener asiento con sus madres y mujeres en las capillas mayores del convento de San Francisco y la iglesia de Santa María, así como en las funciones públicas celebradas en el “patio redondo”, como “titiriteros, toros, comedias y otras diversiones públicas”. En dicho patio tenían primero un balcón, y en 1800 cuando se construyó una nueva plaza, se les destinó un palco exclusivo.

La jurisdicción de la Alcaldía de la Alhambra llegaba a una parte de la ciudad, y así sabemos que el año 1803 el Alcaide de la Alhambra ordenaba realizar unas obras de mantenimiento en la “tribunica” que había ante la puerta de Elvira y en Plaza de Bib-Rambla una obra de intervención, ya que eran también lugares para celebrar corridas, juegos de tauromaquia y eventos sociales.

Grabado nº 7 de la Tauromaquia, de Goya.

El Alcaide de la Alhambra arrendaba anualmente en subasta pública la plaza de toros de la Alhambra, construida entera de madera, a particulares o contrataba las corridas que considerase oportunas y vendía los productos de ciertas funciones a personas o instituciones que lo pidiesen.

Los beneficios obtenidos eran invertidos generalmente en obras de reparación de murallas, torres, techumbres y tejados.

Los arrendatarios podían organizar todo tipo de espectáculos en la plaza de toros, además de los juegos de tauromaquia, celebrándose también danzas y fiestas de bailes, títeres, comedias y diversiones, hechos que han dejado documentos en el Archivo de la Alhambra que hacen referencia a gastos como tablados, carteles pintados, colgaduras, cintas, cordones, vestidos, espadas, etc.

En 1803, don Francisco de Siles y don Luis de Morales firmaron un contrato de temporada para el ejercicio 1803-1804, por el precio de 65.000 reales, que incluía una curiosa cláusula:

* Si se suspende una función por muerte de un miembro de la Familia Real, sólo se hará cargo económico a los empresarios por el tiempo que hayan aprovechado.

Cuando la plaza de toros de la Alhambra no era arrendada para una temporada completa, la Alcaidía vendía los beneficios de las corridas que se celebrasen en fechas próximas.

Quien quisiese aprovecharse de dichos beneficios debía presentar un escrito solicitando que se le vendiesen cuantas corridas estimase oportunas, incluso proponiendo las fechas adecuadas, si es que no estaban ya fijadas con anterioridad.

A menudo, los solicitantes eran particulares, que buscaban el lucro personal o ayudar a alguna causa o las hermandades de las parroquias.

En 1804 se da el caso de la venta al francés Juan Balp, director de la compañía ecuestre residente en Granada, de los beneficios de las funciones ofrecidas por dicha compañía a partir del 1 de junio de 1804. El contrato está fechado el 29 de mayo de 1804.

Los gastos de las corridas eran cubiertos en función de las cláusulas de cada contrato, aunque solían ser los tomadores quienes se hiciesen cargo de pagar al alguacil y los músicos, los guardianes y los vaqueros, cobradores, coheteros, así como a los toreros, titiriteros, bailarines, matarifes y demás artistas contratados.

El alimento de los animales era sufragado a cuenta del Real Patrimonio, al que pertenecían los terrenos de descanso del ganado de lidia. Los gastos anotados como “extraordinarios” no se detallan, pero eran gastos puntuales como hachones para iluminar la plaza, la compra de sogas para embolar toros, las banderillas e intervenciones poco importantes del carpintero, etc.

El deterioro de la antigua plaza y la próxima celebración de funciones taurinas llevaron a la Alcaldía de la Alhambra a decidirse por la construcción de un nuevo ruedo, que comenzó a levantarse en Mayo de 1800 y se finalizó varios meses después, aunque su estreno se hizo muy pronto, el día 8 de J
ulio.

En Octubre y Noviembre de 1802 se renovó la arena de la plaza de toros de la Alhambra.

Una peculiaridad curiosa de estos eventos es la solicitud realizada para la función del día 22 de Febrero de 1803, celebrada tras concederse a un vecino de Granada la siguiente petición:

“Señor Alcaide Gobernador:

Juan Antonio Molina tiene 15 cerdos de varias edades, pesos y señales, y quiere celebrar en la plaza de toros de la Alhambra una corrida de novillos para sortearlos. Se ofrece a pagar 2.500 reales.

La corrida quiere celebrarla en carnaval y si no el día de san José.

Él pagará los gastos de conducción del ganado, cabestraje, toril, plaza, administración; 2 reales la entrada, pudiendo los agraciados, sacados uno a uno, elegir su cerdo.

Debe el gobernador autorizar que los cerdos anden libres por la jurisdicción de la Alhambra para que la gente los vea hasta el día del sorteo”.

Cuando los quince cerdos fueron sorteados, resultó que no habían tocado a ninguno de los asistentes y la sospecha general de fraude se hizo notoria, resultando que, tras un procedimiento abierto en la Alcaldía de la Alhambra, se condenó al acusado Juan Antonio Molina al pago de una multa de 200 ducados para el reparo de los paseos de las alamedas, así como las costas del proceso.

Antiguamente, estas fiestas taurinas de la Alhambra solían ser una vía de financiación de actos piadosos de las hermandades religiosas de Granada.

En Julio de 1740 realizaron una petición dos hermanas solteras vecinas de la Alhambra y mayordomas de la hermandad de María Stma de la Hiniesta, sita en el convento de San Francisco, en la que pedían licencia para correr un toro y emplear los beneficios en la confección de un vestido y un manto para la imagen de la Virgen, y ayudar a la celebración de su fiesta.

En 21 de Julio de 1749 la hermandad de Jesús de la Humildad, residente en la parroquia de Santa María de la Alhambra, solicitaba poder correr varios toros con cuerda en días diferentes, para emplear el dinero obtenido en el culto y decoro de sus imágenes y fiesta. Apoyando su solicitud en el hecho de que, desde muchos años atrás, se le daba dicha dicha licencia para atender y socorrer sus necesidades de hermandad.

El 25 de Abril de 1785 la hermandad de Ánimas de la parroquial de Santa Escolástica (convento de Santo Domingo, en el barrio del Realejo) solicitaría correr en la Alhambra un toro o novillo con cuerda en la Pascua de Espíritu Santo, para obtener dinero mediante el cobro de una limosna consistente en lo que cada espectador pudiese y quisiese dar por ver la función, pero se le deniega la petición y se prohíbe la entrada del toro en toda la jurisdicción de la Alhambra por ser motivo de alborotos y “ofensas a las majestades divina y humana”.

A partir de 1805 las referencias a las fiestas de toros en el recinto de la Alhambra registradas en el Archivo de la Alhambra se van reduciendo y espaciando en el tiempo, y la última que aparece en catálogo está fechada en el año 1820.

Bruno Alcaraz Masáts