El mal de la Podagra en el Emperador Carlos V
'Carlos V a caballo en Mühlberg', de Tiziano (Museo Nacional del Prado) |
Durante la Edad Media existía en Europa una medicina de carácter eclesiástico, armonizada con una medicina paralela, no oficial sino con un gran carácter supersticioso, que ejercían curanderos, santiguadores, algebristas y ensalmadores.
La medicina medieval no pudo, en general, desprenderse de esa etapa mágica y por ello fue, en parte, empírica y muy poco racional.
En 1348 se establecieron en una serie de prescripciones las cualidades, obligaciones y derechos médicos y no será hasta la creación del Tribunal de Protomédicos, el Protomedicato, de Papa Juan II, cuando realmente se moralice y dignifique el ejercicio de la profesión médica.
En España, durante la primera parte de la Edad Media la medicina estuvo en manos de reputados médicos hispano-musulmanes de al-Ándalus y judíos y también existía toda una corte algebristas, santiguadores, ensalmadores, aojadores y charlatanes errantes.
El Real Tribunal del Protomedicato fue creado en España en el siglo XV, según la Real Cédula emitida por los Reyes Católicos del 30 de marzo de 1477, para vigilar el ejercicio de las profesiones sanitarias, ejercer una función docente y atender a la formación de estos profesionales.
Un refrán de la época venía a resumir la farmacopea y el tratamiento médico de la época medieval:
"sangrías, lavativas, purgas y ventosas, y siempre las mismas cosas".
Anterior a este estado de cosas, llegaría a España la palabra podagra, que surgió en la gramática antigua griega, aunque ya identificada en Egipto en el año 2640 a.C. y definida desde Hipócrates (469 – 337 a.C.), Aristófanes y Asclepides, que se formó de una palabra mucho más antigua, puesto que aparece en escritos del siglo V a.C., en que surgió a partir de la unión de dos palabras, como numerosas palabras procedentes de la Grecia Clásica, donde podágrā, procedía de ποδάγρα (‘pod o podo’ de πο-ῦς/-δός gr. de ‘pie’ y de ágrā ἄγρα), y en Grecia era ‘’cepo de caza'’ creando ‘podagrea’ por la utilización de una metáfora tomada del significado propio, ‘’cepo de caza que coge el pie’’, pasó al latín del siglo I a.C. como podagra; a través del latín al francés y de aquí al castellano, siendo su antónimo la palabra antípoda.
En la mitología griega existen dos versiones sobre el origen de la enfermedad.
Según la primera, la podagra nació del triste Cocito, concebida en las entrañas del demonio Meguera en las cuevas del Tártaro y en sus labios Alecto vertió su leche amarga.
La segunda versión, más popular, señala que se origina en la seducción de Afrodita (Venus) por Dionisio (Baco); implicaba pues, la intervención de un poder sobrenatural y representaba un sacrificio en el altar de la intemperancia y la sensualidad.
En un cuento de Luciano, la diosa del Amor dice: ‘’Me llaman podagra porque soy un cepo…’’ y los cazadores de aquella época describían este mal desconocido para ellos como ‘’me ha cogido el cepo por la pierna’’.
En un cuento de Luciano, la diosa del Amor dice: ‘’Me llaman podagra porque soy un cepo…’’ y los cazadores de aquella época describían este mal desconocido para ellos como ‘’me ha cogido el cepo por la pierna’’.
Grabado inglés del siglo XIX sobre la Podagra et Aranea |
El concepto de la intervención sobrenatural perduró mucho tiempo, aún en la era cristiana y por esto encontramos tantas descripciones y numerosas curaciones milagrosas.
Después de la muerte de San Ricardo, ocurrida en 1253, su confesor describió, entre otros milagros del Santo, el ocurrido al intendente de baile de la Orden, que padecía un fuerte ataque de gota y cuentan que el Santo le envió sus zapatos y que, al ponérselos, le cortaron de inmediato el acceso y nunca más lo volvió a presentar.
Podagra sería incorporada a la medicina medieval para designar un estado concreto de la enfermedad llamada ‘’gota’’, en los casos en que ésta ataca los pies, puesto que el paciente quedaba inmovilizado como si hubiera sido agarrado por la antigua trampa usada por los griegos.
La palabra podagra aparece escrita, por primera vez en el castellano, en el poema 592 de ‘La vida de Santo Domingo de Silos’ de Gonzalo de Berceo, hacia 1209:
Podagra sería incorporada a la medicina medieval para designar un estado concreto de la enfermedad llamada ‘’gota’’, en los casos en que ésta ataca los pies, puesto que el paciente quedaba inmovilizado como si hubiera sido agarrado por la antigua trampa usada por los griegos.
La palabra podagra aparece escrita, por primera vez en el castellano, en el poema 592 de ‘La vida de Santo Domingo de Silos’ de Gonzalo de Berceo, hacia 1209:
Poema 592
Mas avié de tres annos e non quatro complidos,
que avié de podagra los piedes confondidos;
udió del buen confésor andar estos roídos,
como fazié miraclos grandes e conoscidos.
En el Diccionario de Autoridades de 1737, el primer diccionario de la Real Academia Española, aparece la palabra podagra con esta inscripción:
En esa Europa de la nobleza que transitaba tumultuosamente durante la Edad Media, la gota era una enfermedad que incapacitaba físicamente a muchos personajes relevantes de la época, y la padecieron desde el humanista Erasmo de Rótterdam (1446-1536) al emperador Carlos V de Alemania y I de España (1516-1556) quien, según se dice, “comía con insaciable apetito” y, un siglo más tarde, Thomas Sydenham (1624-1689), el médico inglés autor de un clásico, escribió el ‘’Tratado sobre la Gota’’, en el que describía con maestría las intensas crisis dolorosas de la podagra en el pie, que estallaba inopinadamente durante el sueño nocturno, ya que él padeció 32 años y recogió y documentó todas las crisis del mal de la podagra que tuvo, siendo médico y paciente.
La gota (“gout”) era, en esa Inglaterra georgiana de los siglos XVIII y XIX, una enfermedad considerada socialmente como “buena”, frente a la locura maníaca (“madness”) como ejemplo de “mala enfermedad”.
Según un estudio presentado por un equipo del Hospital Clínic de Barcelona, publicado en la prestigiosa revista médica 'New England Journal of Medicine', los médicos de la Corte, para su "sorpresa", vieron que el estudio y análisis de las pruebas "confirmaban lo recogido históricamente, padecía de gota o podagra, pero en un grado avanzado".
Carlos V tenía gota severa, lo que probablemente fue un factor determinante en su decisión de abdicar, e ilustra cómo los estudios paleo-patológicos pueden proporcionar importante información que lleve a una mayor comprensión de la historia, ya era conocido que la gota le causaba gran incapacidad física, que el monarca la padeció desde los 28 años.
Según un estudio presentado por un equipo del Hospital Clínic de Barcelona, publicado en la prestigiosa revista médica 'New England Journal of Medicine', los médicos de la Corte, para su "sorpresa", vieron que el estudio y análisis de las pruebas "confirmaban lo recogido históricamente, padecía de gota o podagra, pero en un grado avanzado".
Carlos V tenía gota severa, lo que probablemente fue un factor determinante en su decisión de abdicar, e ilustra cómo los estudios paleo-patológicos pueden proporcionar importante información que lleve a una mayor comprensión de la historia, ya era conocido que la gota le causaba gran incapacidad física, que el monarca la padeció desde los 28 años.
Cacería en honor de Carlos V en el castillo de Torgau |
El emperador padecía episodios de este tipo con frecuencia, sobre todo hacia el final de su vida. De hecho, un ataque gotoso retrasó el intento de atacar la ciudad de Metz en 1552, durante una de las guerras con Francia.
"Como consecuencia, la llegada del invierno permitió a la ciudad francesa resistir al ejército del emperador. Según algunos historiadores, un sentimiento de culpa de que su enfermedad había llevado a esta derrota hizo a Carlos V abdicar", relata un artículo del ‘New England Journal of Medicine’.
Sus médicos le recomendaban que siguiese una dieta estricta, pero el emperador tenía un apetito voraz, sobre todo para la carne, que ya entonces se sabía que las carnes y mariscos influían en esta enfermedad. También le gustaba beber grandes cantidades de vino y cerveza. De este modo, sus hábitos dietéticos no fueron nada beneficiosos para reducir sus ataques de gota.
En 1556, sólo cuatro años después de esta batalla, Carlos V se retiraba al monasterio de Yuste, dejando la Corona de España a su hijo Felipe II y el imperio alemán a su hermano Fernando.
Carlos V tenía, en 1558, sólo 58 años cuando falleció de paludismo contraído por la picadura de una hembra del mosquito Anopheles, procedente de las aguas de los estanques que él ordenó construir en el monasterio de Yuste y que desarrolló como si de una clepsidra se tratase el experto en relojes e ingeniero hidrográfico Torriani frente a su ventana, pero Carlos V, ya antes de esta picadura, parecía un hombre viejo y lisiado que apenas podía caminar o utilizar sus manos.
La malaria, del italiano medieval mala aria – mal aire, o paludismo, del latín palus – pantano, es una enfermedad parasitaria, producida por las especies del Plasmodium, que se transmite por la picadura de la hembra del mosquito Anopheles.
Dibujo de la momia del Emperador Carlos V |
En 1868, el cuerpo del Emperador lo exhumaron unos revolucionarios y la leyenda que corrió por el Madrid de entonces decía que el Marqués de Villaverde consiguió, tras sobornar con 20 reales a un guardián de la cripta, una falange del dedo meñique, pero que después se arrepentiría de lo ocurrido y la devolvió al Rey Alfonso XIII, quien lo depositó, cerca de donde reposaba el cuerpo del Emperador en El Escorial, en una urna de cristal.
Fotografía del doctor Julián de Zuluaga |
En el siglo XX, el Dr. Julián de Zuluaga, parasitólogo y experto en medicina tropical, vio en un periódico la fotografía de un soldado republicano abrazado a una momia: era el cuerpo momificado de Carlos V, nuevamente exhumado durante un asalto a El Escorial, en la Guerra Civil Española.
Años después, el Dr. de Zuluaga pidió permiso al Rey Juan Carlos I para exhumar de nuevo el cuerpo y analizarlo en busca del paludismo, pero el Rey no lo concedió, pensando que bastantes avatares había sufrido ya la momia como para volverla a manipular.
Dibujo efectuado por el Dr. de Zuluaga |
Pero en 2004 un alto cargo del Patrimonio Nacional, informó a Julián de lo ocurrido en la Gloriosa, del suceso acaecido con el marqués de Villaverde en 1868, y de la decisión de Alfonso XIII, por lo que volvió a solicitar autorización al Rey Don Juan Carlos para analizar únicamente el dedo meñique, permiso que finalmente le fue concedido, y gracias al cual sabemos que el paludismo era la verdadera causa del fallecimiento de Carlos V.
Volviendo a la podagra del Emperador, sobre las recomendaciones alimentarias que le hicieron los médicos de la Corte, Carlos V no observó ninguna de ellas, ya que los presentes que recibía en Yuste de lugares distantes en aquella época, como Valladolid, Zaragoza, Sevilla, Ciudad Real, Toledo o Lisboa, hacían que la gula de Carlos V estuviese exacerbada entre las anguilas de Valladolid, la ternera de Zaragoza, la caza de Ciudad Real, las aceitunas de Extremadura, los mazapanes de Toledo, los frutos del mar de Lisboa y, como peculiaridad o curiosidad histórica, las ostras procedían de Sevilla y en el monasterio de Yuste el ya anciano emperador disfrutó de una especialidad regional desconocida antes por él, como era cierta variedad de perdiz conservada a base de echarle orina en el pico.
Dibujo de la momia del Emperador Carlos V |
Carlos V hizo caso omiso a los consejos del médico Luis Quijada: “La gota se cura tapando la boca” y así tenía no solo estos factores de riesgo, sino un carácter pantagruélico en sus hábitos alimentarios y un elevado consumo de cerveza, ya que degustó todas las cervezas, pero especialmente para él era la ‘duplabier’, que contenía una gran cantidad de lúpulo, que era lo que confería a la cerveza su capacidad de producir gota y que se cultivó en Yuste.
Felipe II padeció también de esta enfermedad y el maestro francés de su hijo construyó para él la famosa silla-hamaca, que ahora se puede contemplar en el monasterio del Escorial. Consistía en un artilugio plegable que se convertía en cama, hamaca o sillón, según las necesidades del monarca y que el Rey utilizaba en cada ataque de gota.
Grabado de la época sobre el funeral del Emperador Carlos V |
Uno de los médicos da la corte del Emperador, Luis Lobera de Ávila, escribió un libro sobre las que se citaban en esa época como las cuatro enfermedades propias de la nobleza europea y española, y que se publicaría en Toledo en 1544:
Lo tituló "Libro de las quatro enfermedades cortesanas (catarro o rheuma, la gota, la calculosis renal y la sífilis o mal de bubas, que era considerado el más cortesano de todos los males)", y en el capítulo dos, dedicado a la gota, escribió:
‘’Por la mayor parte viene la podagra y otros dolores de junturas en los príncipes y otros personas que viven en quietud y comen y beben demasiado’’, indicaba como una suposición este galeno, aunque en realidad escondía una velada acusación hacia el Emperador, ya que decía que la podagra estaba ‘’relacionada con el mucho coito’’.
Grabado del siglo XVI de la nobreza en las exequias del Emperador Carlos V |
Bruno Alcaraz Másats