sábado, 3 de noviembre de 2012

Descripción de Granada en 1526
según el diario del médico Johannes Lange
 

El Dr. Lange era médico de cabecera del conde palatino alemán Federico II que, en 1526, visitó oficialmente la ciudad de Granada y la Alhambra, donde estaba residiendo el Emperador Carlos V.


Farinelli da cuenta de las andanzas de este caballero teutón por España citando a A. Hasenelever, Die tagerbuchartigen Aufzeichnungen des pfälzischen Hofarztes D. Johannes Lange ubre seine Reise nach Granada im Jahre, 1526.


Como médico, Lange admira los baños andalusies y sus propiedades terapéuticas, que describió ampliamente en su libro Epistolae medicinalis publicado en 1554, sin embargo y aunque admirador de la Alhambra y sus vestigios, era enemigo del Islam ya que, gracias al empuje turco avanzaba por Europa Oriental y por el Magreb, en 1515 toman Argel.

 

Tras la conquista de 1492 y el deterioro de la convivencia entre cristianos y musulmanes provocado por el incumplimiento castellano de las Capitulaciones, los musulmanes, que de mudéjares pasan a moriscos, son descritos en un relato de su diario escrito en Granada por el doctor alemán Johannes Lange en el año 1526. El los llamaría "moros blancos" en clara alusión a su origen étnico andaluz y no bereber. 





Portada de Epistolae Medicinalis, editada en 1556

 



Johannes Lange escribía en 1526:

 

"La capital del reino de Granada es la ciudad del mismo nombre que se eleva sobre las colinas en la que está edificada de tal forma que ninguna altura oposición situada fuera de sus murallas puede dominar su enclave. Granada es casi dos veces mayor que Nuremberg y en sus montañas vecinas, incluso en los días más calurosos del año, abunda la nieve, que sus habitantes utilizan para refrescar el vino. La ciudad de Granada se haya apenas a unas doce leguas del Mediterráneo. Se puede, por lo tanto, en llegar a África en tres días y, en otros cuatro se puede alcanzar el límite occidental del mundo''.

 

"La mitad de los habitantes de esta ciudad son moros blancos, cuyas mujeres y muchachas llevan pantalones de buque o calzacalzones blancos y envuelven cuerpo y cabeza con un pañuelo blanco hasta las pantorrillas, como nuestros pastores aldeanos, y alargan el pañuelo sobre la mitad de la cara”

 

 y del embajador veneciano Andrea Navagiero, en 1524-1526 nos refiere:

 

“…llevan las camisas poco más largas que el ombligo y después sus zaragüelles, que son calzas de tela atacadas, en las cuales, con que entre un poco la camisa es bastante; las medias son de paño o de tela, y todas tan arrugadas, que hacen las piernas gordísimas. En los pies no llevan pantuflas sino escarpines pequeños y bordados de seda. Sobre la camisa se ponen un vestidillo corto, recamado de seda, con las mangas también de seda, casi como una casaca morisca, y la mayoría de las veces de dos colores. Llevan encima una capa blanca de tela que les cubre hasta el suelo, con la cual se envuelven y cubren de manera que, a no quererlo, no son reconocidas.

 

En el pasado, Granada perteneció a los moros blancos, tuvo dos reyes durante las guerras de sus años postreros y estuvo sitiada seis años por el rey Fernando, cuyo ejército construyó ante sus puertas a la pequeña ciudad dede Santa Fe, y cuya esposa, Isabel, la conquistó al séptimo año para nuestra fe sacrosanta.

 

Continúo: la mitad de la población son moros blancos, cuyas mujeres e hijas visten blancos pantalones de marinero calzones (casi idénticos a los que en Alemania usan los pastores) ; y asimismo visten también blancos ropajes que las cubren desde el rostro a las pantorrillas, pero, lo más importante, es que se tapan la cara. A fin de que se les permita usar libremente esta clase de atavíos, cada una de ellas debe pagar al emperador un impuesto anual de un ducado. Quienes no quieren entrar en la iglesia. 

 

Los domingos han de pagar al sacerdote un real al año. Asimismo, en las laderas de las colinas de esta ciudad existen todavía profundas cuevas que visitar, en las que un contingente de cautivos cristianos (entre ellos un obispo) estaban encerrados de noche y a los cuales se alquilaba de día para hacernos trabajar en toda suerte de trabajos manuales.

 

Y sigo: la susodicha ciudad reconquistada el día de San Juan y por esta razón cada año los nobles y los burgueses se disfrazan ese día de moriscos y turcos provistos de escudos y lanzas y celebran una especie de profesión burlesca que recorre toda la ciudad al amanecer. Más tarde y en pleno día llevan a cabo un remedo de la Victoria. Se da suelta entonces, a seis o siete toros en la plaza del mercado para que el pueblo los corra y azuce.  A raíz seguido acude la caballería, ataviada con trajes moros y turcos y dividida en dos bandos. Disparan unos contra otros complejos y grandes arcabuces, cargados sólo con pólvora para salvas, se persiguen en todas direcciones, fingen grandes sobresaltos, ora avanzan, ora retroceden y adoptan mientras tanto actitudes gallardas.

 

Vimos como en la festividad de San Juan Bautista el propio Emperador participaba de estos juegos en Granada, en presencia de la Emperatriz y de una multitud de damas de honor portuguesas. Ese mismo día tres hombres fueron mortalmente heridos por los toros, y un viejo caballo, herido casualmente de un tiro en la cabeza, tuvo que ser rematado allí mismo. Prosigo: les está prohibido a los mencionados moros (con severos castigos) el uso de armas, tanto en el campo, a sus casas, excepto un pequeño cuchillo de cortar pan y otro para pinchar la carne (no comen caza y toda la carne que consumen procede de animales enjaulado, atados por encerrados en cercas) . Y a tal fin los magistrados hacen registrar sus casas dos veces al mes.

 

Asimismo, en nuestro último día de estancia en Granada el Emperador invitó a mi Señor a presidir con él, en un jardín al pie de la colina de la Alhambra, un espectáculo morisco. Adornados con perlas de gran belleza y piedras preciosas en cuellos, orejas y brazos, y ataviados (casi como diáconos para la misa) según las costumbres de su tierra, bailaron al son de flautas, violas y tambores, después de lo cual tres mujeres de cincuenta años y otra que tendría unos cuarenta cayeron y cantaron al mismo tiempo vivos e increíbles ritmos paganos, mientras los demás daban palmas acompasadas que gritaban alegremente.

 

Después del baile, algunas moras subieron a lo alto de la colina y bailaron en la cuerda floja tendida entre dos locales, y luego se abrieron de piernas con todo descaro, mientras hacía muecas al Emperador, chillando en su lengua nativa:

 

"Todo el que vive aquí puede ganar el cielo."

 

Después de esta representación se les dio a beber agua.

 

Hay además: con la alheña las jóvenes moras de Castilla consiguen que sus uñas tengan un brillante color naranja (se figuran) les da un especial atractivo. En mi opinión las hace asemejarse a nuestros miserables curtidores de Nuremberg. Consideran también como algo vergonzoso que una muchacha tome siquiera un solo sorbo de vino. Por lo tanto, todas beben agua. En la mencionada ciudad de Granada se confeccionan toda clase de vestiduras de seda, pero siempre negras, por carecer de tintes indelebles de otros colores y son apenas más baratos que en Alemania, con la notable excepción del tafetán doble, que aquí es muy bello. También las perlas son aquí baratas.

 

Hay igualmente magníficos viñedos y un gran lagar próximo a las murallas de la ciudad. Al principio, no había sitio tampoco en el palacio para alojar al secreto de mi Señor, y durante dos días obtuvimos que dormir en el suelo; luego alquilamos petates a los moros blancos, que nos exigieron un depósito de 15 ducados.

 

Permanecimos quince días en Granada y el 7 de julio, gracias a Dios, proseguimos gozosamente en nuestro viaje.

 

Otro pormenor: El palacio del Emperador fue construido por los moriscos en la colina de la Alhambra, dentro del recinto de la ciudad, y en su interior todavía pueden verse los curiosos y espléndidos baños del rey moro en los que se bañaba con sus esposas, de quienes tenía todas cuantas deseaba: a la que quería pero después del baño, le enviaba una manzana.

 

El agua que discurre por todo el mencionado palacio (en el que hay también un estanque con peces) fluye también por casi todas las demás casas importantes de la ciudad. El agua es insalubre, y si se bebe es fácil enfermar de disentería; pero no disponen de otra clase de agua, ni tampoco de pozos".

 

Diario escrito en 1526 por el doctor Johannes Lange

durante su visita a Granada y publicado en 1556.

 

 

Bruno Alcaraz Masáts