sábado, 2 de abril de 2005

El Romance de Ciego o “Las Coplas de Cordel”

El llamado "Romance de Ciego" era toda aquella composición en verso, que no respondía al modelo literario del romance, era siempre de autor anónimo y describía en verso hechos y sucesos, de amplia resonancia, localizados en una aldea, un pueblo, una villa o una ciudad, y que por su dramatismo, atrocidad o espanto, así como por su desenlace trágico, impresionaron a las gentes de su época.

“Coplas de Ciego” las llamaba el pueblo, y su peculiaridad principal estribaba en que era un ciegos quien las difundían a partir de su interpretación oral directa, así como la venta de pliegos con el texto impreso, dado que éste era su modo de subsistencia. Estos pliegos, que contenían dibujos xilografiados en la parte superior de la primera página, justo encima del título, recibieron el nombre de "pliegos de cordel", porque se exponían para su la venta colgados de un cordel y cogidos con un trozo de caña a modo de pinza que evitaba que se los llevara el viento.

La extensión de estos pliegos era variable, de una a cuatro páginas, sin encuadernación alguna, dado que era era un pliego doblado por enmedio.

Estos romances eran comprados para ser recitados y cantados en reuniones familiares, entre los amigos, en actos sociales... y son un antecedente de la existencia de los espectáculos colectivos de carácter festivo. Era una época en que la gente organizaba sus propias fiestas en círculos reducidos a nivel familiar o vecinal, cantando, bailando, contando cuentos y recitando romances, en verano en torno a una gran hoguera en la plaza y en invierno junto a la hoguera, haciendo sopas de maimoneso durante los descansos y las noches de las matanzas del cerdo.

El ciego, cuando llegaba a un lugar, solía relatar estas “coplas de ciego” en la entrada de los mercados o en las plazas mayores, generalmente entonada por un recitativo cantando y señalando en un gran tablero que incluía las figuras del romance representadas, y cuyas escenas iban señalando con un puntero de palo. En ocasiones, solían ir acompañados de violín, rabel o zanfona, ésta tal vez es la figura más común durante toda una época de la que hemos heredado esta literatura oral.

Estos relatos buscaban y pretendían provocar la risa de los oyentes o lectores, pero siempre intentaban, con una finalidad moralista, transmitir un mensaje que, adornado con elementos grotescos, calaba más hondo.

Se conservan numerosos pliegos de cordel, la mayoría impresos en el siglo XVIII, y todavía hoy suelen aparecer nuevas “coplas de ciego” al ordenar antiguos legajos de bibliotecas de la nobleza, monasterios o centros oficiales y los temas que aparecen en ellos son, en su conjunto, casi los mismos que podríamos hallar en las secciones de los diarios actuales: los hay de temática internacional, de una guerra fraticida o de un acontecimiento glorioso, información política y local, crónicas laborales y actos sociales, relatos de milagros religiosos,... pero las crónicas más amplias y mejor aceptadas eran las referentes a los hechos de sucesos y las cuestiones del corazón y romances. Gran abundancia de romances hacen referencia a crímenes sanguinarios, explicando con pelos y señales cómo fueron realizados y el desenlace fatal. Las páginas del corazón nos guían en la elección de esposa, nos ponen al corriente de los grandes amores, o previenen sobre las “virtudes, faltas e defectos de las muxeres", con un punto de vista machista por regla general, pero que era muy exagerado en épocas pasadas.

Un romance de ciego solía iniciarse mediante una llamada de atención al público:


"Hombres, mujeres y niños,
Mendigos y caballeros,
Paisanos y militares,
Carcamales y mancebos.
El que ya no peina canas
Porque se quedó sin pelo,
Y el que el tupé se compone
Con bandolina y ungüento..."

Cuando la narración era extensa, con el deseo de evitar que se le marchara el público, convertía a éste en la clientela, haciendo intermedios, en los que a veces aprovechaba para vender ungüentos, mejunjes, medicinas, cartas o el calendario zaragozano, en las zonas agrícolas, e iniciaban la continuación de la siguiente maneraa:

"Fin de la segunda parte,
Estas dos no pintan nada,
La tercera es la que vale..."


El final solía ser una invitación directa a la compra del pliego, si les había gustado el recitado:

"Y aquí se acaba el romance
Que en el pliego escrito está,
Sólo dos céntimos cuestan
A quien lo quiera llevar".


Julio Caro Baroja, en su libro Los Romances de Ciego, recoge una “copla de cordel”, cuyo título es El Libro de los Casados, es la nº 28, y en ella se narra una escuela de casados que estaba ubicada en el fuerte de la Alhambra.


El Libro De Los Casados

- Escuela de la Paciencia -

Gracias a Dios que llegué - a dar fin a mi jornada,
¡Qué estropeado vengo! - ¡qué molido, y qué sin ganas
Ni aun siquiera de mirarme! - pero a Dios le doy las gracias
De verme ya regresado - y descansado en mi casa.
Ustedes no habrán sabido - como un Domingo de Pascua
Salí con sola intención - de introducirme en Granada,
Porque me dieron noticias - que en el fuerte de la Alhambra
Había un establecimiento, - donde con grande eficacia
Instruyen a todo hombre - en la debida observancia
Que ha de guardar justamente - desde el día que se casa,
Y allí las medicinas - que conviene a cada llaga.
¡Que escuela, señor, que escuela, - que escuela tan bien montada!
Pues señor aunque cansado - de tanta dura caminata,
Voy a contarles a ustedes - sin faltar una palabra,
Todo cuanto he aprendido - en esta escuela tan santa.
Llegué al edificio dicho, - pregunté y subí a la sala,
Donde había concurrencias - de mozos de toda España,
Sentados en ambos lados - en unos bancos o bancas
Que llaman de la paciencia - y que todos juntos miraban,
Y con ellos el maestro, - a un esquilón o campana
Que llaman el provenir, - y en seguida se agarraban
A estudiar en unos libros - que llaman de la cachaza:
Yo estuve tras un cancel - que había en aquella entrada,
Observando atentamente - para no caer en falta
Cuando un discípulo fuese - de estas escuelas sagradas;
El maestro estaba al frente - sentado en silla de plata,
Con un gorro blanco y negro - y unas dilatadas gafas,
Que tenía en cada una - de diámetro una cuarta:
Toqué a la puerta y responden, - pido permiso y me mandan
Que pase sin detenerme, - lo que hice sin tardanza:
Me llego al señor maestro - y le expuse mi embajada;
Me manda al punto sentar - en unas de aquellas bancas
Que tenía junto a si, - y me dice estas palabras:
¿Con que usted viene sin duda - a estudiar en estas aulas?
Se, señor, le respondí, - con mi cabeza agachada:
Yo pienso casarme pronto - y quiero si usted le agrada,
Tomar algunas lecciones - de su discreta enseñanza,
Por ver si puedo triunfar - del estado que me aguarda.
El respetable señor - de su asiento se levanta,
Y de un grande escaparate, - un libro pequeño saca,
Y entregándomelo, dice: - esta es primera enseñanza,
Aquí deberá estudiar - por noche, tarde y mañana,
Hasta aprender de memoria - sin equivocarse en nada
Cuanto encierre ese volumen; - y las lecciones marcadas,
Que son de setenta líneas; - después de bien repasadas,
Las dará usted dos al día; - y luego que sea pasada
Esta obrita, tomará - otra de otras circunstancias.
Quedé alegre con mi librito, - y luego que fue llegada
La hora de marchar todos - marcho para mi posada
Deseando principiar - la lectura consignada:
Últimamente, señores, - me siento al pie de mi cama
A estudiar en la lección: - tanto en ella me cebaba,
Que leí en poco tiempo - este libro que constaba
De cinco capítulos solos, - los que en muy pocas palabras
Referiré, porque sepan - a lo que el estudio alcanza.

CAPÍTULO PRIMERO

El hombre que por desgracia - casa con mujer que tenga
Los cascos de calabaza, - debe aconsejarla bien,
Pero si aquesto no basta, - debe celar su conducta
Sin que olvide la vara, - y esta que sea de mimbre,
Y mejor si es bien delgada; - póngala en chupa de pelo
Y déla sólo en las nalgas, - de suerte que aunque de cuenta
Que su marido la mata, - no pueda enseñar heridas:
Y si por adelantada - se arroja a enseñar el culo,
Está la respuesta dada: - cuando ante la autoridad
Ha sido desvergonzada, - hagamos cargos a solas
Que tal andará la tana: - y de esta suerte se queda
Con afrenta y castigada, - y si por sucumbir
Se divorcia, santas pascuas, - queda el hombre descansando
Como perro que le capan.

CAPÍTULO SEGUNDO

Si la mujer es bonita - y sumamente agraciada,
Debe olvidar los amigos, - y las tertulias en casa,
Salir poco y esto de noche, - con un hombre en su compaña;
No debe ir con su madre, - porque como ya se halla
Cubierta con su marido - le dará muy poco o nada
Que su hija tenga cortejos, - y más si por esta causa
Sobrevienen a su bolsa - las pesetas mejicanas,
Y si por desgracia llega - a caer en dicha trampa,
Si ha de hacer vida con ella, - debe con mucha soflama
Disponer de una bebida, - cuya receta se halla
En este libro que dije, - la que os diré sin tardanza;
Un vaso de cuartillo - se echa una onza de templanza,
Media de resignación - y dos o tres cucharadas
Del agua de vista gorda - y de paciencia una taza,
Seis cuartos de disimulo, - y después de meneada,
Se toma con dos deditos, - porque con los cinco amarga,
Y de esta suerte se vive - y engorda mucho la panza,
Se hace una silla poltrona - con tranquilidad clavada,
Se pone cerca del fuego, - se come, bebe y se calla.

CAPÍTULO TERCERO

Os diré de lo que habla: - si la mujer fuera rica
Y gasta mucha arrogancia, - se sufre con la paciencia
Que en la receta hay mandada, - y si el hombre fuese pobre,
Debe tenerla en las palmas; - en tiempo de mucho frío
Decirla por las mañanas, - no te levantes, mujer,
Que se hielan las palabras: - yo llamaré a una mujer
Que te friegue y que te barra, - que te haga chocolate;
Y lo tomas en la cama, - ¿no será un gran disparate
Si ahora mismo te levantas - coges una pulmonía,
Y morir en dos palabras? - ¡qué sería entonces de mí!
¡Ay, Dios mío que desgracia! - se me figura verdad,
Vaya que no levantas; - y con esta y otras cosas
Estarle haciendo la gacha, - este el modo más eficaz
Para caer en su gracia, - y pasarse en este mundo
Una vida regalada - y si a más de rica es vieja,
Con más motivo adularla, - que con un viejo esquilón
Se hace una nueva campana, - se disfruta en vida y muerte
Y después que esta se vaya, - queda para hacer feliz
A una bonita muchacha: - cuanto el capítulo dice
Me parece que no es chanza. - Pues señor… vamos al cuarto
Y no al cuarto de la casa.

CAPÍTULO CUARTO

Este a todo hombre manda - que si viudo llega a ser
Y una edad avanzada, - de media edad adelante,
Y precisado se halla - a casarse de segundas,
No se case con muchacha - porque le serán estrechas
Las puertas y las ventanas, - ahora, si es hombre de humor,
A la receta se agarra, - y que digan o no digan,
Nunca hacer caso de nada; - hacerle una fiesterita
Una vez en la semana, - y amarrarla a una soga,
Y esta que sea bien larga - y dejarla que de vueltas
Tantas como una campana, - se consigue una vejez
Más suave que unas natas.

CAPÍTULO QUINTO

El quinto y último dice - las verdades asentadas;
Para verse el hombre libre - de estas cargas tan pesadas,
Es no casarse en la vida - opinión muy acertada:
Se ahorra que la mujer - le acuchille la garganta,
Ni que el chiquillo le llore, - ni que le cague en la cama,
Ni el cuidado le desvele, - ni le pidan lo que gana,
Ni le echen contribución, - mi aguanten estas cabronadas,
Ni castigue a la mujer, - ni ella se incomode en nada,
Ni le haga comer velillas, - ni tenga una mala cara:
La que quiera tomar leche, - puede comprar una cabra,
Y si no, que se haga rosca - y se muerda las cascarrias.
Este capítulo, amigos, - es el que a mi más me agrada,
Porque bien reflexionado, - tenemos por cosa clara
Que aquel que anda, tropieza; - pues si tropieza que caiga,
Que yo no meneo un pie - porque no me da la gana.
Cuando el calor apriete, - unos refrescos de horchata;
El hombre que se ve libre, - el jornal que gana gasta
En vestir bien y comer - y requebrar a las damas;
Y si se ofrece un remiendo, - a lavarse las zurrapas,
O limpiarse los faldones, - ¿quién teme, mientras que halla
Mujeres de otro, y dinero - que es el que todo lo allana?
Y si fuere militar, - porque la edad acompaña,
Sufre el tiempo de su empeño, - haciendo lo que le mandan;
Más vale servir diez años - en rigurosa campaña,
Y exponerse a malos ratos, - a las bombas y a las balas,
Servir desde el general - hasta el cabo de escuadra,
Que sufrir a una mujer - bachillera y desollada.
Aprended todos el libro - que he traído de Granada;
Si no queréis aprenderle - y caéis en la desgracia
De que una tuna os agarre, - pasaréis la vida amarga,
Llegaréis a coronel - sin haber sentado plaza:
Con que haced lo que os agrade - que yo me marcho a mi casa,
Perdóneme si quieren, - y si no, no me da la gana.

Bruno Alcaraz Masáts

Ponencia leída en el III Foro de Cultura Popular de Andalucía

Cadiz, 2 - 7 de Noviembre de 1982