Voltaire y su Diccionario filosófico:
Los Últimos Moriscos de "El Alpujarra"
François Marie Arouet, más conocido como Voltaire
París, 21 de noviembre de 1694 –París, 30 de mayo de 1778)
Los Últimos Moriscos de "El Alpujarra"
François Marie Arouet, más conocido como Voltaire
París, 21 de noviembre de 1694 –París, 30 de mayo de 1778)
En el Diccionario filosófico, Voltaire define a la historia como «el relato de los hechos que se consideran verdaderos» y la fábula como «el relato de los hechos que se consideran falsos».
Bajo el tema "Gobierno", el filósofo francés Voltaire recogió en su Diccionnaire Philosophique (volumen 19 - páginas 297 y 298) como, durante el reinado de Felipe II, fue descubierto un valle escondido "entre Pitres y Pórtugos, en El Alpujarra", donde el único acceso posible se hacía a través de unas cuevas retiradas de los senderos de paso común de la ruta de la seda granadina, que recorría estas zonas de montaña y la capital del Reino de Granada.
Allí, según indica Voltaire, habitaba una comunidad de nativos, felices, pequeña en número, pobres y humildes. Tenían un idioma raro, que asegura, según la información oral que recibió, era derivado del cartaginés.
Desde tiempos remotos era adoradores de un ídolo de Hércules, al que ofrecían miel, leche y frutas, pero desconocían la existencia de la religión cristiana del Nuevo Evangelio de Hispania y de la judía del Antiguo Testamento de Sefarad, así como de la musulmana de El Corán en al-Ándalus, las tres religiones denominadas "Del Libro", con presencias milenarias en todo el territorio peninsular.
Les descubrió una persona que era familiar de un miembro de Tribunal de la Inquisición de Granada y fue el Gran Inquisidor, al tener conocimiento de ello, quien ordenó que se les quemara sin más indagación que la referente a los nombres, lo cual , según consta en el legajo SPG-1.4253-RG de la Universidad de La Sorbona, se hizo 19 días después, cuando allí llegó una misión inquisitorial compuesta por 3 dominicos, escoltados por tropa armada, y unos hermanos legos cuya habilidad mayor era la capacidad de organizar varias "hogueras de Nuestro Señor, en el tiempo de 7 oraciones".
Comenta Voltaire que la causa de ello no era otra que el simple hecho de que nunca habían pagado impuestos al Estado y que "desconocían la ley del dinero y la palabra del Evangelio".
Texto escrito por Voltaire sobre "El Alpujarra"
en su Diccionario Filosófico:
en su Diccionario Filosófico:
GOBIERNO. Algunos de mis lectores sabrán que en España, cerca de las costas de Málaga, descubrieron en la época de Felipe II una reducida población, hasta entonces desconocida, escondida en la fragosidad de las montañas de El Alpujarra. Esta cordillera inaccesible está entrecortada por valles deliciosos, y lo que quizás ignoran mis lectores es que, en la actualidad, todavía cultivan esos valles los descendientes de los moros que obligaron a la fuerza a ser cristianos o aparentar que lo eran.
La referida población habitaba un valle al que sólo se podía llegar atravesando cavernas, y que estaba situado entre Pitres y Pórtugos, en El Alpujarra. Sus habitantes eran casi desconocidos por los moros y hablaban una lengua que no era española ni árabe, que creyeron derivada del antiguo cartaginés. Esa población apenas se multiplicaba. Hay quienes dicen que eso era debido a que los árabes de su vecindad, y antes que éstos los africanos, raptaban las jóvenes de ese poblado.
Ese pueblo miserable, pero feliz, nunca oyó hablar de la religión cristiana ni de la hebrea; conocía algo de la de Mahoma, pero no hacía ningún caso de ello. Desde tiempo inmemorial venía ofreciendo leche y frutas a una estatua de Hércules: en esto consistía toda su religión. Esos hombres desconocidos no eran muy laboriosos y vivían en estado de inocencia, pero llegó un día en que los descubrió un familiar de la Inquisición.
El gran inquisidor ordenó que los quemaran a todos en las hogueras y éste fue el único suceso de su historia. Las razones poderosas que tuvo el gran inquisidor para dictar tan inhumana sentencia fueron que esos infelices no habían pagado nunca el impuesto, que por otra parte nadie les había pedido que pagaran, y además desconocían la moneda, ninguno tenía la Biblia y nadie los había bautizado. Declarados brujos y herejes, sufrieron el castigo que a éstos se imponía. Este es el peor modo de gobernar a los hombres.
La referida población habitaba un valle al que sólo se podía llegar atravesando cavernas, y que estaba situado entre Pitres y Pórtugos, en El Alpujarra. Sus habitantes eran casi desconocidos por los moros y hablaban una lengua que no era española ni árabe, que creyeron derivada del antiguo cartaginés. Esa población apenas se multiplicaba. Hay quienes dicen que eso era debido a que los árabes de su vecindad, y antes que éstos los africanos, raptaban las jóvenes de ese poblado.
Ese pueblo miserable, pero feliz, nunca oyó hablar de la religión cristiana ni de la hebrea; conocía algo de la de Mahoma, pero no hacía ningún caso de ello. Desde tiempo inmemorial venía ofreciendo leche y frutas a una estatua de Hércules: en esto consistía toda su religión. Esos hombres desconocidos no eran muy laboriosos y vivían en estado de inocencia, pero llegó un día en que los descubrió un familiar de la Inquisición.
El gran inquisidor ordenó que los quemaran a todos en las hogueras y éste fue el único suceso de su historia. Las razones poderosas que tuvo el gran inquisidor para dictar tan inhumana sentencia fueron que esos infelices no habían pagado nunca el impuesto, que por otra parte nadie les había pedido que pagaran, y además desconocían la moneda, ninguno tenía la Biblia y nadie los había bautizado. Declarados brujos y herejes, sufrieron el castigo que a éstos se imponía. Este es el peor modo de gobernar a los hombres.
Diccionaire philosophique
Volumen XIX – Páginas 297 y 298
Volumen XIX – Páginas 297 y 298
Voltaire
(Capileira, en el barranco del Poqueira y Sierra Nevada al fondo)
En su artículo titulado "La invención de La Alpujarra", recoge Roland Baumann que lo irónico de Voltaire es que ubicaba su narración durante la época en que las tropas de Felipe II perseguían en la zona a los últimos moriscos, exterminándolos masivamente en su último refugio: las cuevas.
Voltaire en 1718, pintado por Nicolas de Largillière
Aún así, recoge Voltaire que la agricultura de la seda de "El Alpujarra", como la denomina, era un cultivo propio de los descendientes de musulmanes conversos por causa de la fuerza y no de la libre voluntad de elección, pero no recoge la expulsión de los moriscos en el siglo XVII, dato éste que si se consigna en el legajo de La Sorbona.
Bruno Alcaraz Masáts
Publicado en el boletín nº 2 - Abril 1998- de la Asociación Cultural Medina Andalusí.