sábado, 4 de octubre de 2008

Llueve más que cuando
enterraron a Zafra...


“Granada tiene dos ríos y a Darro dentro de casa”

Crónicas de Alfonso X el Sabio
(Toledo, 23 de noviembre de 1221 — Sevilla, 4 de abril de 1284)
Rey de Castilla y de León (1252-1284)


El rio Darro entrando en la ciudad y por el Puente Cabrera,
en la zona del llamado "El Albayzín bajo"

En época nazarí, el 24 de Abril de 1478 el río Darro tuvo un fuerte desbordamiento a causa de la tormenta de gran intensidad en su cabecera y las aguas bravas, al entrar en la ciudad de Granada, arrasaron el Zacatín, la Alcaicería y parte de la Mezquita Mayor, llenando de arena, piedras y ramas la plaza de Bib-Rambla y en sus márgenes fueron dañados los molinos y arrasadas las curtidurías.



El río Darro en 1885, todavía sin cubrir,
en lo que sería después la calle Reyes Católicos
donde aparece el antiguo Puente del Carbón

Según se recoge en la historia de Granada, la más importante riada en época nazarí fue el 11 de Abril de 1482, cuando la ciudad de Granada celebraba un gran desfile militar en el llano de la Sabika, la explanada situada detrás de La Alhambra, donde el rey Muley Hacem pasaba la última revista a una tropa de unos 20.000 hombres y el río Darro volvía a desbordarse a causa de otra gran tormenta, con tal caudal y violencia que la ciudad tuvo victimas en todas sus zonas bajas y, de nuevo, daños materiales en el Zacatín, la Alcaicería y toda la zona de plaza de Bib-Rambla.

Cuentan que el rey nazarí Muley Hacén, cuando bajó de la Alhambra para ver los daños ocasionados por la riada, hizo una señal en el alminar de la Mezquita al-Geuza o Mezquita de los Baños (actual iglesia de San Pedro y San Pablo) a fin de que quedara constancia en la memoria de la ciudad del nivel alcanzado por las aguas ese día.

Ya en época cristiana, tras las tormentas de 1520, y para evitar nuevos daños a las personas y a los bienes de la ciudad,

“se mandó labrar una presa
a fin de que el agua no hiciera más daño”.


El carmen del Granadillo, junto al río Darro
Acuarela de Francisco Vergara Reyes

Por el uso de los materiales utilizados para su construcción, la presa recibió el nombre popular de “la terrera”.

Pero en la creencia de que el problema ya estaba resuelto, ocurrió que el 5 de Marzo de 1600 una fuerte y terrible tormenta, con una gran avenida de agua, sería una fecha dolorosa para la ciudad.



Dos fotos antiguas de Granada, en 1885:
el Puente de Castañeda, junto al edificio Zaida
y el Puente de la Virgen, que hoy es la Acera del Darro

El agua del cauce del río Darro bajaba muy rápida por el arroyo del Hornillo y embistió con toda su fuerza a “la terrera”, situada cercana a las mismas faldas de la Alhambra, que no aguantó y ocasionó el desmoronamiento de gran parte del socavón que había producido la explosión de un polvorín en el siglo XVI, socavó su margen izquierda dando lugar a un desprendimiento en el tajo de San Pedro.

Estos desprendimientos de tierra cegaron el cauce del río y éste se desbordó e inundó la ciudad, causando cuantiosos daños y víctimas.

En 1629 se produjo otra gran crecida del río que inundó el centro de la ciudad, anegó de agua toda la Catedral y destruyó más de cincuenta viviendas.

Patio de la Casa de Castril

Don Cesar de Zafra, descendiente de Don Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, iba a ser el protagonista de un refrán, que esconde toda una historia de las varias leyendas de la Casa de Castril, un palacio del siglo XVI que destaca por su exuberante fachada renacentista, construida por Don Hernando de Zafra, el secretario de los Reyes Católicos, quienes le dieron el solar que ocupa, así como los solares de los dos conventos anexos, como señal de aprecio y en pago por su ayuda en la conquista de la ciudad de Granada.

Don Hernando de Zafra redactó el texto del tratado de rendición, que prometió a los moros la libertad de practicar su religión, pero que fue incumplido apenas años después.

Su blasón lleva un torreón militar almenado, que representa la torre de Comares de la Alhambra.

Escudo de la Casa de Don Hernando de Zafra

La leyenda dice:

“Cuentan los cronistas de Granada que el año 1560 fue de excepcional sequía y que su descendiente, don Cesar de Zafra, era un ser aprensivo y muy superticioso y que estaba enamorado de una vecina, de la etnia gitana, pero el padre del noble no compartía esta relación y, por un conflicto con el agua de la acequia que pasaba por su palacio, y que él desviaría para que no llegase para llenar las tinajas de sus vecinos, ocurrió que la gitana, se deslizó en su propiedad, cómplice de la noche, y llenó una cántara, con destino a sus sedientos hijos, pero un desafortunado traspié desveló al centinela, que la llevó ante el odioso conde.

Éste la obligó a estrellar la vasija de barro contra el suelo y dio orden de que le diesen tantos palos como pedazos se hiciera. Recibió en su cuerpo siete garrotazos y la expulsaron del palacio, con malos modos, pero antes de salir, cuando la empujaban por el patio camino de la calle, ella le lanzó esta maldición:

"Siete palos me dieron, conde de Zafra,
y maldigo y emplazo tu vida en siete días.
El próximo martes morirás,
las aguas van a sobrarte
y tus despojos navegarán sobre ellas"

Otras gentes indican que la tradición recoge que los miembros de esta familia tuvieron que abandonar la ciudad y la novia, dolida, pero conocedora del poco espíritu de don Cesar de Zafra, le espetó una maldición:

"Quiera Dios que lo entierren las aguas del río"

El caso es que tan sólo unas horas después de la paliza, al amanecer dicen que se apoderó del noble una gran tiritona, con fiebre alta y tan agudos dolores que le supusieron una semana de espantosa agonía.

Falleció el 4 de Marzo de 1600, y en la Casa de Castril, situada en Granada frente a la iglesia de San Pedro y San Pablo, y siguiendo la tradición, su cadáver fue expuesto en una de las salas bajas del palacio para que los familiares dolientes y la vecindad fuesen a velar y rezar.

Murió al arrancar el amanecer del siguiente martes y en la ciudad cayó tan descomunal aguacero que inundó el palacio y todos sus aposentos, llevándose la riada el ataúd del conde de Zafra, ya dispuesto para el velatorio, que naufragó y que nunca fue encontrado su cadaver, y cuentan los que lo vieron que así sucedió, y es por ello que en Granada, cuando hay nubes negras, se dice, mirando al cielo, mientras cae un fuerte aguacero:

“Llueve más... que cuando enterraron a Zafra”

Cuenta el informe de la Audiencia Territorial de Granada que el desbordamiento del río fue en torno a 18 metros y que, cuando una lengua de aguas bravas abatió los bajos de las casas y de los conventos, Don Cesar de Zafra, de cuerpo presente, fue abrazado por la riada y se lo llevó arrastrado y su cuerpo, ante la cantidad de agua, tierra y árboles arrancados, nunca fue localizado, por lo que no recibió sepultura, aunque si tendría una misa, cuando se dio por concluida la busqueda infructuosa de Don Cesar de Zafra”.

Don José Joaquín Soler de la Fuente tuvo acceso al expediente judicial y, recogiendo el dicho que ya circulaba entre las gentes de España, conocedora del suceso por una coplilla de ciego que recorría las ferias y fiestas, escribió la historia del suceso, que tuvo una gran repercusión en España por lo curioso de lo sucedido, y la titularía


“Cuando enterraron a Zafra”

y que fue editado en 1857, en “El Museo Universal”, en Madrid.

Don Francisco de Paula Villa-Real y Valdivia, en su libro “Tradiciones Granadinas”, editado en Granada en 1888, la resumió pero sin citar a Soler de la Fuente.

En 1920, “El Abate de la Cuerda Granadina” la incluiría y en el libro “El Por Qué de los Dichos”, de José María Iribarren - Madrid, 1962 -
también queda recogida.

En Zafra, allá por Extremadura, existe una leyenda similar en la que el Conde de Zafra recibió una maldición por asuntos relacionados con el agua, y la frase que se conservó en la historia del pueblo de Zafra y en sus alrederores era algo mas descriptiva, pero la economía expresiva de estas expresiones la iría reduciendo. En su origen, la frase en el siglo XV era:

Va a llover más que cuando enterraron al Zafra…
que el ataúd era de plomo y flotaba sobre el agua.

El río Genil, con el Puente Verde al fondo
y el partidor de agua de la acequia de Arabuleila,
entre choperas, cercano al "colegio de las Brujas"

En el siglo XX, los tres ríos de Granada se desbordaron el mismo día: el 13 de septiembre de 1951.

La última riada del río Darro anegó numerosas casas en el barrio de El Albayzín y numerosos sótanos en Plaza Nueva, entrando el agua en la Audiencia, en las calles Reyes Católicos y el Zacatín, La Alcaicería y plaza de Bib-Rambla y que produjo la ruptura del embovedado en Puerta Real, provocando cráter de agua que provocó una inundación de agua y barro en Puerta Real.

El río Genil se desbordó en varios tramos de su recorrido, a partir del Puente Verde anegando los paseos de la Bomba y del Salón y del Puente Romano anegando el paseo del Violón y el Matadero Municipal, causando 2 muertos y cuantiosos daños en las casas y en la red de acequias árabes de la ciudad.

El río Beiro, a su paso por la zona norte de Granada, inundó casas, colegios y cuarteles, convirtiendo el campo de Los Mondragones en un gran barrizal.

Entre los años 1478 a 1951 se produjeron más de una veintena de crecidas y desbordamientos históricos en los ríos de Granada, lo que supone que la frecuencia de inundaciones en Granada está estimada entre 23 y 30 años.

El 20 de Septiembre de 2007 hubo fuertes lluvias en la provincia, que provocaron una serie de riadas con 1 muerto en Almuñecar y graves daños por agua en la Costa y en Granada capital, donde cayerón 61 litros por metro cuadrado.

La ciudad vio como siete zonas quedaron inundadas y el agua cortó la A-92 y la A-44. Fue la mayor tormenta de Septiembre en los últimos 30 años.

Quizás sea por esto que los borrachos de las antiguas tabernas de la ciudad de Granada, cuando rechazaban un vaso de agua, siempre decían:

Si el agua rompe los caminos...
¡¡¡Que no hará con tus intestinos!!!

Bruno Alcaraz Masáts