sábado, 14 de marzo de 2009

Glosa Histórica de los
Cancioneros y Romanceros Medievales

La palabra Romance tiene una extraordinaria amplitud (en Francia y en Italia significa hoy “Novela”), pero en España se concreta a ciertas composiciones poéticas compuestas por una sucesión de versos de 14 o de 16 sílabas con cesura tras la séptima o la octava, que riman en asonante, aunque por lo general se escriben y se editan en grupos de siete o de ocho sílabas, con lo que la rima sólo aparece en los versos pares.

En época romance, recibió los nombres de “Cancionero, Cançoner, cancioneiro, canzonero”, según se tratase de una de las tres clasificaciones no musicales: Castellano, Catalán o Galaico-portugués.

El primer romance escrito se halla en un cartapacio de un estudiante de Mallorca, Jaume de Olesa, hacia el año 1421, aunque es seguro que había romances ya en la segunda mitad del siglo XII.

De algunos romances sólo nos ha llegado la noticia de su existencia, aunque es de reseñar el escaso interés de un poeta por la publicación de sus obras. Generalmente, eran hombres de palacio o al servicio de determinados señores, mecenas de las artes y de las letras, los que escribían los textos para ocasiones especiales o solemnes.

El primer Cancionero impreso en la península es el incunable editado en Zaragoza, a fines del siglo XV, conocido como El Cancionero de Ramón de Llavia y, posteriormente, en Cancionero de recopilado por Juan Alfonso de Baena, el Cancionero de Baena, dedicado al rey Juan II de Castilla en 1445, con algún poema posterior de 1447. El manuscrito, que figuraba como propiedad de la biblioteca de El Escorial, salió de ella para su estudio y, tras varias vicisitudes, terminó en la Biblioteca Nacional de París, en donde permanece hoy. En 1511 se publicaría el Cancionero General recopilado por Hernando del Castillo, impreso en Valencia, como pilar básico del Cancionero español.

Los Cancioneros o Romanceros recogían romances viejos o trovadorescos y es la invención de la imprenta la que da ocasión a la publicación de pliegos sueltos de Romances. Es la imprenta lo que supondrá un nuevo auge en el desarrollo y transmisión de estas antologías poéticas.

En 1.580 se publicarían dos piezas fundamentales, que son la fuente del Romancero General de 1600, y son un Cancionero y un Romancero:

1 - Cuaderno
2 - Flor de Romances

En 1580 surge una generación de poetas que crean el llamado romance artístico o nuevo, que se difunde como los tradicionales, con su infinidad de variantes locales, pero que es el pueblo el que, al no sentir el romance de una manera intensa, porque no llega a su significado, se aleja de este romance artístico y lo abandona en el olvido de las bibliotecas reales o conventuales.

A partir del siglo XVI, cuando ya se divulgan los romances mediante la imprenta, y como sistema único ya, pasa toda la transmisión oral a los hogares, en concreto, al entorno del invierno, la mujer y la chimenea como cocina, es cuando se inicia, por parte de los escritores, lo que se ha dado en llamar “El Romancero Nuevo”, en contraste con los romances “viejos” o tradicionales, que se le llamó Romancero Viejo.

El romanticismo, en su aspecto más erudito, recogió de las fuentes orales del pueblo los romances tradicionales con un auge de la poesía
narrativa y de la canción popular. Asi surge la figura de Don Pedro de Moncayo, natural del partido de la ciudad de Tarazona, que era un apasionado por la poesía. Coleccionista y erudito, captó en su época lo primitivo de la canción y el romance, en una labor de búsqueda y acopio en toda la zona noreste de España.

Publicó toda una serie de textos en 10 pliegos sueltos que, aunque se titularían “Varios Romances”, es, con la edición de La Flor de Varios Romances, conocida como El Cancionero de Don Pedro de Moncayo, y que se imprimió en Huesca en 1589, en 16º, donde desarrolla una gran labor de compilador y erudito, que le lleva a tener un códice emparentado con los otros Cancioneros de la época.

Recoge una treintena de romances moriscos, la mayoría de autores anónimos, muy similares a los Cancioneros impresos durante la primera mitad del siglo XVI.

Su primera noticia se obtiene con la publicación de la Biblioteca de Don Gabriel Sora (1845) – página 111 – pero es en la Biblioteca Hispania Nova de Don Nicolás Antonio (1859) (Tomo 2 – página 176 – col. 2), el que le señala otra edición en Perpiñán en el año 1591, (en 12º).

El Diccionario Bio-bibliográfico de Escritores Aragoneses, de Miguel Gómez Urial (1886) y en las Bibliotecas de Latassa, del insigne don Felix de Latassa (1884-1886) recogen que algunas bibliotecas de órdenes religiosas en Aragón visitadas por ellos conservan pliegos de las ediciones de sus romances, así como una copia del Cancionero en el Archivo de San Juan de la Peña y en la Bibliotecas de las Universidades de Alcalá, Roma y Nacional de París.

En este Cancionero la poesía estaba copiada de forma manuscrita, no oral, e impresa en compilaciones que recibieron los nombres de “Cancioneros, Silvas, Rosas, Flores, Vergeles o Jardines” a raíz de la publicación del Cancionero General, de Hernando del Castillo, editado en 1511 y debido al éxito obtenido por su
ámplia difusión, el tema islámico o morisco, ya asociado en el siglo
XV, con los romances fronterizos de Granada y de tema histórico basados en los romances viejos, es un tema de gran calado popular, por las connotaciones de victoria sobre el moro y de la fe cristiana sobre la “barbarie”.

El romance llamado “morisco o fronterizo” es un romance compuesto por los cristianos desde el punto de vista moro.

Existe una pauta común en toda canción o romance morisco y es, a partir del artificio de situarse el poeta, en medio del campo moro.

A través de una serie de códigos de conducta sobre la gallardía, la honra y el honor, se elaboró de forma anónima un verso que, por transmisión oral, circularía entre el pueblo y la nobleza, preservado por los juglares y cantores en los actos públicos y por las mujeres en la casa, como elemento de transmisión cultural y seña de identidad, hasta su fijación en una serie de textos que surgen en época medieval y que recogieron las distintas versiones de un mismo episodio, y que aún, en este siglo XX, recogieran María Goyri y Ramón Menéndez Pidal en su “Cancionero General de León” de 1912..

El Torneo es un extenso romance morisco que Don Pedro de Moncayo dice haber recogido, entre otras fuentes, tras los diversos contactos que mantuvo con los moriscos de Granada y El Alpujarra que fundaran, para Doña Ana, duquesa de Éboli, el barrio para las labores de la seda de El Albayzín (todo un barrio en cuesta) de Pastrana (Guadalajara) y que él publicaría en El Romancero, en su edición de 1589.

Recoge este romance todo el ceremonial iniciático de una fiesta principal de los hispanos-musulmanes de Granada, anterior a 1492, en donde se hace una bella descripción de las diferentes familias de la nobleza mora de la ciudad, de sus vestimentas, de sus enseñas y frases de distinción, así como del orden que, por méritos, ocupaban en una parada o desfile.

El Torneo, uno de los más bellos romances moriscos, por su elaboración y porque su métrica no es dramática, sino descriptiva, ya que el texto del romance va describiendo una parada o desfile previo a la celebración de un torneo mediante heptasílabos, como destaca el poeta Juan de Timoneda, con la segunda edición de su Rosa de Romances (1572), editada en 1592.

El autor anónimo transmite en ellos un elemento personal: Hablar en romance, de forma que lo entiendan otros, sin dar rodeos.

Habla en el llamado “romance novelesco”, de corte sentimental, que pinta la vida íntima de la familia o el estado doméstico de la sociedad, en donde su claridad, como lo es El Torneo, es expresiva y su frecuente tono lírico realzan su indiscutible belleza.

Es un romance morisco que relata el hecho, mediante la literatura de descripción, de una ciudad musulmana en día de torneo, en donde cada linaje lleva su honor en el mote y porta su insignia”

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Bruno Alcaraz Masáts

Artículo de colaboración
publicado en el libro
El Albayzín,
en la Leyenda, las Tradiciones y la literatura (I),
de D. Miguel J. Carrascosa Salas
(Presidente del Centro UNESCO de Andalucía)
Editado por Proyecto Sur de Ediciones
Granada, 20 de Abril de 2001